Denuncian que la CIA usaba canciones de Christina Aguilera para torturar a presos

Un artículo publicado el pasado 4 de julio en el New Yorker bajo el título, When the Music is Violence, firmado por Alex Ross, denuncia que la música fue utilizada contra los prisioneros acusados de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en la cárcel de Guantánamo.

El texto comienza recordando que en diciembre de 1989, cuando el dictador panameño Manuel Antonio Noriega fue expulsado del poder, se refugió en la Nunciatura Apostólica de Panamá para evitar ser apresado por las fuerzas norteamericanas. Cuando un general estadounidense llegó al lugar para conferenciar con el Nuncio, el ejército norteamericano comenzó a propalar música por altoparlantes, con la intención de evitar que los periodistas pudieran captar la conversación entre el militar y el nuncio.

Posteriormente, miembros de la unidad de operaciones psicológicas del ejército decidió que la emisión de música a alto volumen y de forma ininterrumpida podría forzar la rendición de Noriega. Los parlantes apuntaron directamente a la ventana de Noriega, de quien era conocida su preferencia por la ópera. Sus perseguidores decidieron entonces enloquecerlo con rock al más alto volumen.

Algunas de estas canciones contenían amenazas y otras directamente burlas, como “No More Mr. Nice Guy”, de Alice Cooper; o “You Shook Me All Night Long”, de AC/DC.

Sin embargo Noriega, que había recibido entrenamiento militar en los Estados Unidos, al parecer resistió la operación de acoso durmiendo a pata suelta y haciendo caso omiso de los decibeles del enemigo.

Pero la táctica del uso de altoparlantes militares se hizo cada vez más frecuente, recuerda Ross. Y pone dos ejemplos: El primero, el asedio a los davidianos en Waco, Texas, en 1993, cuando el F.B.I. transmitió música y ruido por los altoparlantes durante el día y noche. El segundo, en 2002, cuando guerrilleros palestinos ocuparon la iglesia de la Natividad en Belén, ocasión en que las fuerzas israelíes intentaron expulsarlos del lugar con heavy metal.

Ya durante la guerra de Irak, la C.I.A. incorporó la música a sus prácticas de torturas, un procedimiento conocido como «interrogatorio extendido».

El texto de Ross relata también como Mohammed al-Qahtani, el supuesto “twentieth hijacker”, cuya entrada a los Estados Unidos le fue denegada en agosto de 2001, era obligado a mantenerse despierto durante largas horas como método de tortura. Un castigo que complementaba el irremediable sonido de la música de Christina Aguilera.

Según New Yorker, el sonido es utilizado como herramienta de tortura porque «uno puede cerrar los ojos para no ver algo, pero no puede cerrar los oídos». La elección de una cantante femenina también tenía un significado de humillación: «Aguilera parecía haber sido escogida porque se pensaba que la cantante femenina podía ofender a los detenidos islámicos, pero las listas de canciones de los interrogatorios también se inclinaban hacia el heavy metal y el rap, con mensajes de intimidación y destrucción», señala Ross.

«Los humanos reaccionan con una repulsión particular a los signos musicales que no son de su gusto», señala el artículo. Así describe Ross cómo la música puede convertirse en el peor de las armas debido a que «muchas teorías neurológicas sobre como la música actúa en el cerebro ignoran como el gusto personal afecta nuestro procesamiento de la información musical. Un género que enfurece a una persona puede tener un efecto placebo en otra».

Fuente: The New Yorker - Cadena Ser