¿Acaso no se merecían las víctimas un homenaje mejor que este paredón?

  • Lo más lamentable de todo es que este 'contramonumento' ha salido de la imaginación de alguien, que hizo unos dibujos, trazó unos planos, realizó unos cálculos y todo lo que requiere una obra bien hecha.
  • Arquitectura del demonio
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Excepto dos o tres que son bien conocidos, los monumentos en Salta constituyen la expresión más fiel de la degradación cultural y estética de nuestra sociedad.


Cualquiera sea el personaje, el acontecimiento o la ideología que se pretenda exaltar con ellos, la ocupación del espacio público urbano con monumentos horribles denuncia la alarmante pobreza de nuestras aulas de arquitectura y de historia del arte, por no citar el penoso estado de otras disciplinas como la antropología o la psicología.

No es una cuestión de preferencias ideológicas sino en todo caso estéticas.

Hace unos años, por capricho de unos concejales envenenados como ellos solos, la piqueta municipal echó abajo el monumento al Combate de Manchalá -también conocido como el monumento al Fernet Branca- que, a decir verdad, era un mamarracho adecentado con pintura a la cal.

Es impensable que un movimiento municipal de ideología contraria decida tirar al suelo el así llamado Portal de la Memoria, que se levanta en la parte Este del Parque San Martín. Pero no es necesario una ordenanza monumenticida, porque es muy probable que algún día no muy lejano el Zonda convierta a este paredón en escombros, ya que se trata de una pared vulgar y silvestre, con una apariencia precaria que solo disimula, y en parte, la leyenda que aparece escrita en ella. Si le quitamos el significado, este paredón y el que protege la tribuna Este del Fray Onorato Pistoia sobre la calle Catamarca (otra víctima frecuente del Zonda) hay pocas diferencias.

El problema está en que si esta pared se viene abajo un día de viento, sus ladrillos pueden lesionar a alguien, como pasó hace no mucho tiempo con un paredón en el Hogar Escuela (que por cierto no está muy lejos de ahí), edificio que fue declarado, a pesar de su clamorosa vulgaridad tardoperonista y de su falta de valor cultural, como «patrimonio histórico» de Salta.

Lo más lamentable de todo es que este «contramonumento» ha salido de la imaginación de alguien, que hizo unos dibujos, trazó unos planos, realizó unos cálculos y todo lo que requiere una obra bien hecha. Pero lo único que consiguió con su esfuerzo es ofender la memoria de unos fallecidos a los que se podría haber homenajeado poniendo a la belleza por delante y no de este modo tan vulgar que habla el lenguaje del corralón de materiales y no el de la memoria o el de la justicia.

Habrá por supuesto quien se haya enamorado del monumento; pero será de su significado (que es loable), nunca de su hechura, que no solo desluce el parque y degrada la calidad visual del entorno, sino que también pone en duda el buen gusto y la sobriedad de los familiares de las víctimas.

No es por comparar una cosa con la otra, pero así como se reclama juicio para los que mataron, secuestraron e hicieron desaparecer a cientos de personas en Salta, debería surgir también un movimiento contrario a los «crímenes de lesa arquitectura», como este.

Por supuesto, es condenable que -aun siendo horrible- este monumento sea objeto de pintadas y ofensas, porque ni lo merece el monumento ni lo merecen las víctimas a las que inmortaliza. Pero hay que admitir que si fuese solo un poco más bonito, los vándalos se le animarían menos y todo el mundo -tanto los que están de acuerdo con el asunto como los que no- lo cuidarían un poco más y con más gusto.

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