
«Hoy rendimos honor y gloria a los veteranos y a los caídos en la Guerra de Malvinas. Héroes que defendieron con valor y valentía la soberanía del pueblo argentino.
¡Digamos con orgullo que las Malvinas fueron, son y serán argentinas!»

Rendir honor y gloria
Según el Diccionario, el verbo rendir -«que es sinónimo de entregar»- se refiere a la acción de «dar a alguien lo que le toca, o restituirle aquello de que se le había desposeído».El problema con el tuit del gobierno es que no se puede dar aquello que la persona que lo recibe ya posee, y de una forma indisputada.
Es decir, el gobierno no puede «rendir» honor y gloria a quienes desde hace cuatro décadas tienen ambas reconocidas, por su mérito y por sus acciones heroicas.
Puede, si acaso, «rendir homenaje» (acto o serie de actos que se celebran en honor de alguien o de algo) o «rendir honores» (en el sentido de obsequio, aplauso o agasajo que se tributa a alguien), pero no rendir honor y gloria, como si el gobierno fuera depositario de estas virtudes y el que decide, entregándoselas o negándoselas, quién disfruta de ellas y quién no.
Soberanía
Los soldados argentinos que combatieron en las Islas Malvinas en 1982 no lucharon por defender la soberanía del pueblo, como dice el tuit del gobierno de Salta, sino la soberanía territorial del Estado argentino, que son cosas muy diferentes.En primer lugar no defendieron la soberanía del pueblo, puesto que en aquel momento el pueblo no era soberano.
Casi todo el mundo sabe que en abril de 1982 la Argentina estaba gobernada por una junta militar, y que por encima de la Constitución nacional (máxima expresión de la soberanía popular) regía el llamado Estatuto para el Proceso de Reorganización Nacional, que, como norma fundamental del Estado, había sido impuesto por las juntas militares usurpadoras del poder legítimo, «en ejercicio del poder constituyente», según rezan los diferentes documentos de la época.
Si en aquellos momentos la soberanía del pueblo no existía en los hechos, porque sobre ella los militares ejercían un poder superior, mal pudieron haberla defendido quienes combatieron en aquella contienda militar. Defender la soberanía del pueblo en aquel momento hubiera supuesto un acto de abierta desobediencia a los jefes militares, que respondían directamente a la cúpula de la Fuerzas Armadas y compartían con ella sus objetivos políticos.
En segundo lugar, y si tenemos en cuenta que los soldados argentinos combatieron en defensa de la soberanía territorial de nuestro país (la soberanía exterior o de Derecho Internacional Público), lo mismo hicieron -equivocados o no- los soldados británicos, que defendían la que en todo momento creyeron que era suya.
La soberanía exterior comprende la soberanía territorial. El primer concepto está ligado al reconocimiento del derecho exclusivo y universal del Estado a promulgar en su territorio normas jurídicas que vinculan a sus nacionales (soberanía territorial y personal); es decir al reconocimiento del poder de tomar la última decisión sobre personas y cosas en su territorio y de decidir sobre el estatus de las personas físicas y jurídicas (soberanía interior).
Significa también, en el plano de las relaciones exteriores, la no sumisión a otros Estados, pues a todos ellos les reconoce el derecho internacional igual autoridad: par in parem non habet imperium (la llamada soberanía exterior).
Valor y valentía
Hablando del desempeño de unos hombres en una guerra, no es posible distinguir entre «valor» y «valentía», pues en ambos casos están presentes los mismos elementos: empresa y peligro.Como señalan los expertos lingüistas, la conclusión lógica, con el DRAE en la mano, es que valor/valentía y valeroso/valiente son parejas de términos prácticamente sinonímicos, cuyo uso por parte del hablante dependerá fundamentalmente de variables como la evitación de las posibles ambigüedades a las que, en determinados contextos, pueden dar lugar tanto valor como valentía.
La calidad de un servicio público
Cuesta creer, a estas alturas, que un servicio público tan importante y decisivo para la convivencia democrática, como lo es el servicio de comunicación del gobierno, pueda producir materiales de calidad tan pobre (con el agravante que hacen aparecer en tuit la firma autógrafa del Gobernador) y, al mismo tiempo, reivindicar un papel de árbitro y moderador del ejercicio de la libertad de expresión en una sociedad determinada.Todos estamos expuestos a cometer errores, y el gobierno no es una excepción.
Lo que sería deseable, en cualquier caso, es que el gobierno tomara conciencia de que su forma de comunicar no siempre es la más acertada y que abandonara su pretensión de considerar sus contenidos mejores o de mayor calidad que los que producen otros, como lo viene haciendo.
Es decir, que desista de su propósito de dar lecciones de corrección política y lingüística a los demás, asumiendo de una vez que en el ancho mundo de las palabras no siempre hay alguien que baje el martillo.
El tuit del presidente Fernández
El lector puede comparar la deficiente redacción del tuit del gobierno de Salta con la del tuit del Presidente de la Nación, al que le faltan algunas comas, pero que expresa con bastante corrección la idea que pretende transmitir.El tuit de Alberto Fernández habla de «honrar la memoria» de veteranos y caídos (no de «rendir honor y gloria»), no alude a su valor/valentía, sino a su heroísmo, habla de la reivindicación de la soberanía sobre el territorio (y no sobre la «soberanía del pueblo») y aunque repite el eslogan «las Malvinas fueron, son y serán argentinas», se abstiene de mentar al «orgullo» (un sentimiento de superioridad) y de imprimir un hashtag absolutamente alejado del sentido de la conmemoración nacional como lo es el de #GobiernoPresente.
