¿Fiestas clandestinas o fiestas ilegales?

  • Los medios de comunicación de Europa llaman 'fiestas ilegales' a lo que sus homólogos argentinos denominan 'fiestas clandestinas'. A simple vista parecen denominaciones intercambiables. Pero, ¿lo son?
  • Cosas del la comunicación y el idioma

Según el Diccionario, el adjetivo «clandestino» sirve para calificar a aquello que es «secreto, oculto, y especialmente hecho o dicho secretamente por temor a la ley o para eludirla».


«Ilegal», en cambio, es todo aquello «contrario a la ley».

Si nos guiamos por estas definiciones, la clandestinidad conlleva siempre la intención de eludir la ley, que es una forma de incumplirla.

Al contrario, no todo lo que es ilegal es al mismo tiempo clandestino.

Vistas así las cosas, parecería que cuando estamos en presencia de una fiesta prohibida por las normas establecidas para controlar la propagación del coronavirus resulta más apropiado (por específico) hablar de «fiestas clandestinas».

Sin embargo, la cualidad distintiva de estas fiestas es que a ellas acuden muchas personas. Algunas, como las que se informan en los medios de comunicación argentinos, son fiestas multitudinarias, lo que de algún modo contradice el carácter secreto u oculto que define a la clandestinidad. Cuando son muchas las personas que conocen un secreto, las posibilidades que el hecho (en este caso, la fiesta) se mantenga en secreto son menores.

De hecho, si la celebración misma de la fiesta llega a conocimiento de la Policía, en una gran mayoría de casos se debe a que alguien ha guardado mal el secreto, más que a la eficacia vigilante de las fuerzas de seguridad.

Puede haber clandestinidad, por ejemplo, en la celebración de un matrimonio, cuando este se celebra sin sacerdotes ni testigos, o cuando del acto con el que se pretende eludir la ley participan unas pocas personas y estas mantienen entre sí comunicaciones discretas e inaccesibles. Pero es bastante más improbable la clandestinidad en la reunión de cientos de personas que concurren en un mismo lugar (por lo general iluminado y ruidoso) y al mismo tiempo y tienen más la intención de divertirse que la de transgredir las normas, aunque supieran que al reunirse las están transgrediendo.

Por eso, para no equivocarse, parece mejor hablar de fiestas ilegales pues el adjetivo pone por delante la relación negativa del hecho mismo con la ley y no tanto su carácter oculto o secreto, que, como ya hemos visto, exige un cierto ánimo fraudulento que no siempre está presente o cuya existencia no se puede comprobar en fiestas como estas.