Delicias del periodismo militante: los regalos del poder para los patriotas

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El Día del Periodista concluye esta noche en Salta con una imagen realmente grotesca: la de funcionarios del gobierno de Urtubey convertidos en papás noel de invierno, regalando televisores y electrodomésticos a periodistas.

A unos periodistas, hombres y mujeres, que perdonando generosamente el atraso en el pago de la pauta alimentaria de la publicidad oficial, se han avenido a concurrir al brindis convocado por el gobernador Juan Manuel Urtubey.

La ocasión ha sido propicia para que el mandatario tomara su instrumento favorito -el micrófono- y ensalzara el acendrado «patriotismo» de estos profesionales, una virtud de la que apenas se puede dudar, ya que su patriota actitud ha quedado retratada en la amplia sonrisa de aquellos que resultaron beneficiados con los suculentos regalos gubernamentales.

Entre morir de un balazo inglés intentando recuperar las Islas Malvinas y recibir como regalo un horno Ultracomb en un auditorio bien calentito hay apenas unas sutiles diferencias de matices patrióticos.

Pero también ha sido una ocasión perdida para reivindicar un periodismo independiente, de calidad y desvinculado de las redes clientelares desplegadas por el poder. El Día del Periodista ha pasado, pues, sin que los interesados hayan hecho el más mínimo esfuerzo, ni por recordar el ejemplo de honradez intelectual y cívica de Mariano Moreno, ni por defender su propia dignidad frente a lo que a todas luces constituye un formidable atropello a la libertad de opinión y expresión.

Prácticamente en ningún país civilizado de la Tierra el gobierno aprovecha el agasajo a los periodistas para hacerles regalos caros y comprar su fidelidad, o su silencio, con mercadería. Si esto ocurriese por casualidad en algún lugar, al menos allí tendrían el buen gusto de no sacar fotografías ni grabar vídeos de la entrega de regalos.

Pero en Salta, donde las normas éticas, si existen, no se cumplen, todo es posible, tanto para el poder que todo lo puede, como para sus clientes habituales, acostumbrados a que el poder haga con ellos lo que le plazca.

No solo ha habido televisores LED, sino también hornos, cortapelos, cepillos de dientes eléctricos, auriculares y bolsones de gadgets, con el rótulo de la firma comercial Garbarino. También han sobrado funcionarios sonrientes y solícitos, dispuestos para entregar los chiches, así como periodistas hambrientos de gloria patriótica prestos para recibir esta recompensa en especie a su entrega.

Por lo que se ha podido ver, a algunos se les ha olvidado en ese momento que una de las misiones del periodista es la de controlar los excesos del poder, una tarea que difícilmente se pueda acometer si la persona que tiene que llevarla a cabo es deudora de una gratitud humillante hacia el que le regala el horno o el televisor para su casa.

A algunos se les olvida también que hay muchas personas que en Salta se debaten entre la pobreza y la miseria, y que el gobierno, en vez de comprar complicidades y silencios con aparatos para el hogar, podría utilizar su dinero para propósitos un poco más nobles y democráticos. Por cada pollo que la afortunada periodista ase en ese modernísimo horno Ultracomb que le han regalado, diez niños de Salta no tendrán nada que llevarse a la boca. Solo esta penosa verdad hubiera impuesto el rechazo inmediato de los regalos y un llamado a la sensatez al gobierno.

Por lo que se ve en el vídeo oficial, la fiesta y la prodigalidad desenfrenada han sido organizadas por el Secretario de Comunicación del gobierno y por algún sonriente lacayo suyo, presente y feliz en la selectiva repartija de prebendas.

¿Por qué se insulta a los periodistas de este modo y el gobierno no se ocupa, al menos con tanto mimo meloso, de congraciarse con otros profesionales? Hay algo muy sospechoso en esta devoción oficial hacia la prensa.

Que los choripanes de antaño hayan dejado paso a aparatos con enchufe -no masticables- no cambia en absoluto el panorama. Mientras unos sigan comprando y otros sigan vendiendo, nos aseguraremos de que en Salta la verdad de lo que sucede a nuestro alrededor no será conocida jamás. Y todo ello se lo debemos a estos «patriotas» a los que Urtubey ha dedicado, como siempre, sus mejores deseos y buenaventuras.

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