
El sarao tenía lugar en el salón ubicado en calle Belgrano al 400 de la citada localidad, en donde funciona la filial El Carril del Sindicato de Obreros del Tabaco de Salta.
En el interior del local la Policía encontró a más de 200 personas, que según expresa el parte oficial, habían pagado una cantidad de dinero a cambio de su entrada para ver un «recital (sic) de cumbia».
Según la Policía, la fiesta tenía una autorización de la Municipalidad pero para la celebración de una reunión familiar, la cual -a menos que el sargento organizador posea, además, un harén- era por demás improbable, habida cuenta de la cantidad de personas reunidas en el lugar y de la exigencia del abono de una entrada.
La Policía pudo establecer también que entre la numerosa «familia» del sargento había varios menores de edad y que los asistentes consumían bebidas alcohólicas, lo cual, desde luego, no constituye una contravención sino cuando tales conductas se producen en lo que la normativa define como «baile público», ya que no hay ninguna norma que prohiba la presencia de menores y el consumo de alcohol en reuniones puramente privadas, haya o no baile.
De inmediato, los uniformados procedieron a la clausura del lugar, no antes de poner fin al concierto de cumbias y determinar que el responsable de aquel desenfreno era un colega suyo.
Dice la Policía que de inmediato se informó de la situación (no del jolgorio sino de la participación de un sargento en su organización) al Ministerio de Seguridad. Las autoridades de este ministerio ordenaron inmediatamente la suspensión preventiva del sargento y el inicio de actuaciones administrativas disciplinarias por deshonra del uniforme y exceso de cumbia.