
Pocas horas antes de presentar (sobriamente, como corresponde a un exponente paradigmático de nuestra clase prominente) su renuncia al cargo de Ministro de Gobierno, el doctor Sylvester se ha referido al pequeño incidente de su atracón con pollos en compañía del ala más radical de la barra brava del club Gimnasia y Tiro.
Como se recordará, el encuentro gastronómico-ideológico entre el ya exfuncionario de Urtubey y los «ultras» del albo fue publicitado por el propio Sylvester a través de su cuenta de Twitter, en posts prolijamente ilustrados con elocuentes fotografías y mejor etiquetados con brillantes e ingeniosos hashtags.
Tras el estallido del escándalo y las inevitables denuncias de connivencia con los violentos, Sylvester tomó la peor de las decisiones políticas que se puede adoptar en estos casos: borrar los tuits.
De inmediato las redes comenzaron a inundarse de capturas de pantalla que no dejaron dudas acerca de que entre Sylvester, los barras bravas y los pollos a la parrilla había algo más que una mera y circunstancial camaradería gastronómica.
No fui yo el que borró esos tuits
Un par de días después, por boca del exministro, se supo que no fue él quien borró los comprometedores tuits.Vamos, que él no se ensucia los dedos ni para tuitear ni para borrar lo mal tuiteado. O quizá es que la grasa de las alitas de pollo le había pringado tanto los dedos que no se animaba a tocar con ellos la impecable pantalla Retina de su teléfono celular.
El caso es que Sylvester, preguntado por Radio Salta por el borrado del tuit, respondió lo siguiente: «Se borró al mediodía por una disposición interna que tiene la gente que maneja las redes sociales. La noticia fue pública en su momento».
Cuando Sylvester se refiere a «la gente que maneja las redes sociales», no habla lógicamente de Mark Zuckerberg o de Dick Costolo. Habla de los serviciales empleados públicos, a sueldo de todos los salteños, que se encargan de la no tan imaginaria División Redes Sociales del Gobierno Provincial, que, como se puede apreciar en este caso particular, no solo tuitean asuntos de interés público y gubernamental, sino que también despachan fotos y tuits sobre las bacanales privadas de los funcionarios.
Pero lo mejor no es esto, sino la revelación de la existencia de una disposición interna (tal vez un decreto del Poder Ejecutivo) que en su artículo 4º dice algo parecido a esto: «Cuando un funcionario con rango superior a subsecretario publique un tuit boludo, el boludo que lo tuiteó deberá borrarlo en horas del mediodía».
Lo cual quiere decir, que «la gente que maneja las redes sociales» no esperó una llamada desesperada del ministro diciéndole: «Che boludo, bajame esos tuits ahora mismo que se armó un quilombo bárbaro», sino que se limitó a aplicar fríamente el artículo 4º de la directiva preexistente, que a todos los efectos deberá ser considerada, a partir de ahora, como la primera norma jurídica del incipiente pero no desdeñable Derecho Administrativo de las Redes Sociales.