
Es más que evidente que lo que a Gustavo Sáenz le sienta bien es que los políticos opositores lo alaben y le pasen la mano por el hombro. Solo si se dan estas dos condiciones, la política será -para él- «constructiva». De lo contrario, habrá que clausurarla.
La presencia del diputado nacional radical Miguel Nanni junto a Sáenz en su visita al hospital Papa Francisco es la demostración palmaria de que esta dualización de la política que practica el primer mandatario.
Hay que reconocer que Sáenz llegó al hospital con el terreno ya desbrozado por las empalagosas alabanzas que hace solo unas pocoas horas le dirigiera el rendido intendente radical de la ciudad de Tartagal, señor Mario Mimessi, quien hasta hace poco (cuando era diputado provincial) compartía las corrosivas críticas que vertía en el recinto su compañero de bancada, el implacable diputado radical Héctor Martín Chibán, hoy convertido en el némesis del gobierno de Sáenz.
¿Por qué Sáenz no se ha llevado a Chibán, a Zapata o a Villa a visitar el hospital?
Aunque la respuesta parece demasiado obvia, es probable que en las próximas horas alguien se anime con esta pregunta tan malintencionada.