Estas imágenes no se deben repetir en Salta cada doce años sino cada cuatro

  • El cambio de Gobernador en Salta no puede esperar doce años. Es preciso que, con reforma constitucional o sin ella, los gobernantes electos desempeñen solo un mandato de cuatro años y que no puedan ser reelegidos inmediatamente. Así ha funcionado el sistema en Salta durante más de un siglo y medio.
  • Mandatos más cortos, gobiernos más justos y transparentes



La primera de estas fotografías fue tomada a finales de octubre de 2007, después de que Juan Manuel Urtubey venciera en las elecciones celebradas el día 28 del mismo mes a Walter Wayar, el que fuera Vicegobernador de Romero entre 1995 y 2007.


La segunda fue tomada hace unos días, después del rotundo triunfo de Gustavo Sáenz en las elecciones celebradas el pasado 10 de noviembre.

Lo más lógico y a la vez saludable para las instituciones provinciales y las libertades ciudadanas es que la próxima foto entre dos Gobernadores (uno que se despide y otro que llega) sea tomada en el segundo semestre de 2023, cuando expire el mandato que los ciudadanos han conferido a Sáenz.

El propio Sáenz es partidario del acortamiento de los mandatos. Así lo ha demostrado durante su desempeño como concejal, como senador provincial por el Departamento de la Capital y, recientemente, como Intendente Municipal.

Si los vapores del poder no marean a Sáenz, en 2023 tendremos, si Dios quiere, a otro Gobernador en la oficina y podremos celebrar el hecho de que Sáenz haya cumplido con su palabra.

Lo que no se puede ignorar en estos momentos, es que los dos últimos «sultanes» de Salta llegaron al poder con ínfulas mesiánicas, cosa que no ocurre con Sáenz.

En efecto, Romero conquistó el poder después de que su antecesor calificara a Salta como «provincia inviable» y se confió a su suerte de «empresario eficiente» (que no exitoso) para desmentir el sombrío pronóstico del Gobernador anterior.

Urtubey hizo lo propio, sin ninguna experiencia y sin más pergaminos que su fama de «buen alumno» en dos colegios religiosos de Salta, fama que él mismo quiso luego convertir en la imagen de intelectual riguroso. Pero el tiro le salió por la culata, pues a Urtubey no le alcanzaron los doce años en el poder para demostrar que es intelectualmente superior a la media de los salteños que se dedican a la política.

Sáenz sin embargo ha llegado flotando sobre una nube de sentimentalismo. Sin pretensiones de excelencia ni de superioridad «de clase», con una cierta fama de gestor afortunado y con sobradas cualidades de negociador político. Ahora le toca demostrar que no solo es bueno esquivando los golpes de sus adversarios y llamando al corazón de niños y ancianos, sino que también es sincero y consecuente con sus pensamientos y principios, lo que únicamente requiere que cuando llegue el 10 de diciembre de 2023 entregue los atributos del mando a un Gobernador que no sea él mismo.