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Alejandro Cornejo D'Andrea y la pose del Sheriff

El Ministro de Seguridad de Salta y la pose del Sheriff del condado

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Atrás han quedado los tiempos en que los ministros del gobierno se distinguían por su apostura y sus buenos modales. Al menos esto sucede en Salta, una Provincia en la que el Gobernador ha impuesto el desaliño personal como estilo uniforme para sus colaboradores más cercanos y como seña de identidad del Estado.

Los salteños todavía estamos muy lejos de comprender qué significado encierran estos gestos, que algunos interpretan como un desprecio al resto de los ciudadanos y una ofensa a la seriedad de los asuntos de Estado, pero que otros valoran como una señal de la cercanía de los que ejercen el poder.

Pero a la hora de practicar el desaliño -no solo el indumentario sino también el de los gestos- hay quienes, empeñados en falsificarse a sí mismos, no pueden ocultar una cierta altivez que no se adquiere con el poder político coyuntural sino que viene ya inscrita con caracteres indelebles en los genes del poder social más estructural.

En otras palabras, que a algunas personas se les nota a la legua que sus esfuerzos por mimetizarse con la multitud son realmente enormes y que aun bajo la consigna de mostrarse cercanos con el populacho no pueden evitar que se filtren ciertas poses y amaneramientos propios de aquel poder innato.

Es el caso de nuestro benemérito Ministro de Seguridad, el licenciado Alejandro Cornejo D'Andrea, jefe de la mayor tropa de policías que haya conocido jamás la Provincia de Salta en sus casi dos siglos de vida policial independiente.

Por esas cosas que tiene el destino, al joven ministro le ha tocado salir a las calles, para "encabezar" ambiciosos operativos antidrogas que generalmente se saldan con multas menores a motociclistas que circulan sin casco o sin papeles. Su tarea consiste en ponerse al lado de sus policías, lo cual habla bastante de bien del Ministro; al menos, bastante mejor que del Jefe de Policía, quien por lo que es sabido, se siente más cómodo colocándose atrás de la tropa.

Pero en este empeño por acompañar a sus efectivos, el ministro no las tiene todas consigo, pues por esas cosas de la genética y de los viejos conflictos de clase que en décadas pretéritas protagonizó la aristocracia azucarera de nuestra Provincia, a la hora de tratar con los subalternos, nuestro hombre suele adoptar -como lo demuestran claramente las fotografías adjuntas- una pose típica del patrón de ingenio: brazos en jarra, manos que descansan en el cinturón y dedos que caen en abanico alrededor del bolsillo del vaquero.

Si llevara chaleco -aunque fuese uno antibalas, de esos que tienen el logotipo de la repartición serigrafiado en la espalda- el ministro seguramente optaría por colocar sus pulgares en la sisa, como los conservadores de la década de los '30 (ilustres antepasados suyos) y dirigir a los uniformados con los mismos aires de sobrada suficiencia con que lo hace ahora, cuando ya no se llevan los chalecos ni los relojes de bolsillo; cuando los jóvenes como él prefieren el slim-fit, los vaqueros de marca y los zapatos italianos, y los viejos conservas de toda la vida hoy se llaman a sí mismos 'progresistas'.

Con estos mimbres, el señor Cornejo D'Andrea nos podrá convencer de que la Policía que dirige es la mejor del mundo, pero nunca de que en ese paraíso de la igualdad y de la inclusión que se llama Salta se han borrado para siempre las rigurosas fronteras que separan a las clases sociales y que sirven, entre otras cosas, para indicar claramente, sin mayores aspavientos, a los menos avisados quién es el que manda en nuestra democrática e inclusiva Provincia.