El diputado Martín Grande y el ‘personalismo’ de Sáenz

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  • Las etiquetas

Lo que para el diputado nacional Martín Grande parece «una anomalía» del sistema (el que Gustavo Sáenz no tenga diputados nacionales «propios») es lo mejor que podría pasarle a Salta primero y al Congreso Nacional después.


Se equivoca el diputado Grande cuando vincula el «no tener» diputados nacionales propios con el personalismo.

Personalistas eran los gobernadores que convertían a los diputados nacionales en sus lacayos o en sus abrepuertas en Buenos Aires. Romero y Urtubey practicaron esta deformación institucional como les dio la gana, hasta el punto de que el último -al que le gustaba que le llamaran «peronista»- convirtió en legisladores nacionales por Salta y por el Partido Peronista a los dos últimos presidentes del Partido Renovador de Salta, nacido y criado antiperonista.

Ser diputado o diputada «de» es muy feo; tanto para el señor como para el vasallo. La relación feudal entablada entre ambos es indigna de una república erigida después de la caída del Antiguo Régimen.

Por eso, si el señor Grande se siente diputado «electo por el pueblo de Salta» (en realidad es electo por el pueblo argentino que reside y vota en Salta), pues que se dedique a cumplir con lo que sus comitentes esperan de él y no ande colgando etiquetas injustas a los demás.

Si el gobernador Sáenz es «personalista», ¿qué se podría decir del señor Grande?

Pues seguramente muchas cosas y la mayoría de ellas tan poco edificantes que de solo oírlas algunos deberían correr a esconderse detrás de una columna cuando se acerque la patrulla que con una red de esas que se utilizan para cazar mariposas anda a la búsqueda de los mercenarios de la política.