
A Juan Manuel Urtubey y su esposa -a estas alturas conocidos ya como «Los Belitos»- los persigue una cuarentena. Tras poner fin a su breve exilio madrileño (el de Perón -con otra Isabel- duró por lo menos algunos años), el exmandatario deberá encerrarse durante un tiempo en algún lugar de la República Argentina, ya que su currículum como viajero por tierras de Castilla lo convierte -a él y su familia- en un peligro público andante.
Pero todo esto desde el punto de vista sanitario, ya que desde el espiritual, es muy posible que ninguno de «Los Belitos» se haya enterado realmente dónde han estado los últimos 45 días. Ayer -día domingo 26 de abril- hizo un día primaveral en Madrid, con una temperatura que alcanzó los 21 grados a la hora en que se suponía iba a partir el vuelo de Iberia que trajo a casa a la familia feliz, que sin embargo abordó la aeronave abrigada como si en lugar del aeropuerto de Barajas lo estuviera haciendo en el de Anchorage, en Alaska.
El regreso se produce casi en coincidencia con la expiración del visado de turista de 90 día del que disfrutaban los tres por el hecho de su nacionalidad. Llegado a España a finales de enero pasado, los Urtubey se adelantaron unos cuantos días a la llegada del nuevo coronavirus, responsable de la suspensión -entre otras actividades- de un coloquio en la ciudad de Málaga y de un seminario previsto en la ciudad inglesa de Cambridge, cuyo carácter oficial también había sido desmentido por el portavoz del vicecanciller de la antigua universidad de aquella ciudad.
El viaje no ha servido al final ni para poner tierra de por medio ni para moderar la caída en las encuestas de popularidad del que fuera candidato a Vicepresidente de la Nación en las últimas elecciones federales. Tampoco ha servido para que la señora Macedo -consumada actriz de telenovelas- pudiera hacer pie en el complejo panorama audiovisual español, afectado también de una súbita paralización.
Algunos medios que informan sobre el viaje de regreso de «Los Belitos» señalan que Urtubey “no hizo ninguna gestión preferencial”, que es lo que cabe esperar para alguien que aborda un vuelo especial en unas condiciones sanitarias especiales que afectan a todos los pasajeros por igual. Muchos se preguntan si, de haberlo intentado, el exgobernador salteño habría tenido algún trato preferencial de parte del personal de Iberia, que no se caracteriza por prodigarse en amabilidades, como es bien conocido en toda Europa.
La gran noticia -además de la recuperación de Belita para la causa nacional y popular- es que, por fin, el exgobernador siente lo que es subirse a un avión previo pago de un billete y sin tener que darle órdenes al piloto, como lo hacía cuando eran las turbinas de los Bombardier LearJet del Estado provincial salteño los que lo llevaban de aquí para allá.