
En efecto, tanto Sergio Leavy (candidato a Gobernador de Salta y a senador nacional, al mismo tiempo) como Miguel Nanni (candidato a Vicegobernador de Salta y a diputado nacional a la vez) buscan la seguridad de las listas parlamentarias.
Sin embargo, el mensaje que transmiten al electorado -más que de ambición personal, porque los cargos a los que se postulan son incompatibles) es el de una tremenda inseguridad.
La doble candidatura confirma que Leavy en persona no está de ningún modo convencido que vaya a ser electo Gobernador de Salta, y por eso intenta guardarse una silla en el Senado de la Nación, pues aun saliendo en segundo lugar tendría un escaño asegurado.
Más cómoda, si acaso, es la doble candidatura de Nanni, que al sentirse incapaz de alcanzar el cargo de Vicegobernador prefiere que el sistema D’Hondt le eche una mano y que unos cuantos votos le permitan retener el escaño de diputado nacional que hoy ocupa.
Visto el asunto desde otra perspectiva, las dobles candidaturas -al lado de inseguridad personal y política- expresan una suerte de protagonismo excesivo y de desconfianza hacia los propios. Es posible, pues, que el aspirante a Gobernador Sergio Leavy no haya visto a nadie mejor que él para ser candidato a senador nacional, lo cual evidencia, o bien que se quiere demasiado (cosa que es bastante posible), o que en sus filas no hay nadie capaz de hacer las veces de candidato a senador nacional.
Del otro lado, destaca la actitud de Gustavo Sáenz, también candidato a Gobernador, para quien las dobles candidaturas constituyen “una especulación muy grande y una estafa a la gente, que rozan con lo obsceno”. Sáenz parece estar seguro de que quienes acaparan candidaturas persiguen el propósito de “tener un cargo a toda costa”.
Como muchos otros, Sáenz está decididamente en contra de las dobles candidaturas. El motivo principal es que son un instrumento al servicio del personalismo. No faltan políticos en Salta, como lo demuestra la extraordinaria cantidad de candidatos que se han presentado. Por tanto, el hecho de que alguien busque asegurar su elección doblando la apuesta, no solo favorece el personalismo sino que priva de oportunidades a muchos de los que aspiran a ocupar los cargos copados por los acaparadores de candidaturas.
Aunque son moralmente reprochables las dos, la doble candidatura de Leavy lo es más que la de Nanni, por el solo hecho de que el exintendente de Tartagal tiene posibilidades reales de ganar los dos cargos. Si ello llegara a ocurrir, lógicamente Leavy deberá elegir cuál de los dos ejercer. Y si en tal caso se decanta por el de Gobernador de la Provincia, automáticamente convertiría en senador nacional al ciudadano o la ciudadana que lo siga en la lista (o que siga a su segundo, en caso de ganar las elecciones en su categoría). Es decir conseguiría que una persona que no ha sido elegida directamente por el voto popular acceda a un cargo de importancia más que relevante. Esto no es más que un fraude a la confianza ciudadana, puesto que -recordemos- aquí no hay partidos, ni disciplina, ni listas partidarias, de modo que quien llegara a ocupar el lugar de Leavy como senador nacional no es una figura del partido sino una especie de títere de Leavy.
El caso de Nanni es similar, pero las probabilidades de que el legislador cafayateño se encuentre en posición de optar por uno de los dos cargos a los que presenta candidatura son tan remotas que casi nadie se lo plantea.