
Básicamente, según la ley y la práctica internacional, las elecciones primarias no sirven para medir la popularidad o para conferir legitimidad a las fuerzas políticas diferentes que concurren a ellas sino para decidir, hacia el interior de estas, quiénes van a ser sus candidatos. Es decir, a los que hay que medir es a los que compiten por los mismos cargos dentro de un solo partido o coalición (una medida vertical) y no cruzar los datos midiendo la cantidad de votos que obtiene cada partido o coalición (una medida horizontal).
Pero de nada de esto parece saber el hermano del Gobernador de Salta y dirigente de la patronal Unión Industrial Argentina, señor José Urtubey, quien ha salido a decir casi en todos los medios de comunicación conocidos que el presidente Macri «tiene que tener una actitud más transicional».
Por actitud «transicional» se debe entender que el presidente Macri debe prepararse inmediatamente para abandonar el cargo que ocupa; es decir, darse ya mismo por derrotado, aun cuando no se ha disputado ni la primera ni la segunda vuelta de las elecciones.
Evidentemente, la misma actitud «transicional» debería tener el candidato que aspira a desbancarlo -Alberto Fernández-, lo cual significa que, ya mismo, cuando solo se ha disputado una elección que no ha enfrentado formalmente al uno contra el otro, el señor Fernández ya puede ir tomando decisiones como Presidente.
Da vergüenza hasta decirlo, pero el presidente Macri no tiene por qué mostrarse ni «transicional» ni derrotado cuando su campaña proselitista continúa y su meta es ganar su reelección en octubre o en noviembre, según toque.
Es más todavía, puesto que aunque en Salta no se han celebrado aún las primarias provinciales, después de las nacionales del pasado domingo ya todo el mundo da como perdedor a Gustavo Sáenz y ganador al kirchnerista Sergio Leavy, que no han disputado ni siquiera un round el uno contra el otro. Esto no es transicionalidad sino que es irresponsabilidad supina.
Si Macri acertó o no con su discurso confrontativo del día después de las primarias es algo que se verá en octubre. Ni el dólar ni los mercados ni Tinelli (o payasos de su mismo pelaje) pueden juzgar esto. Y si los mercados se han equivocado antes de las primarias, anticipando una victoria de Macri que no se concretó, también se pueden equivocar ahora anticipando un gobierno kirchnerista que quizá no llegue a existir nunca.
Pero como algunos se van de boca justo en el momento en que deberían callarse, el señor José Urtubey, el junior de la familia, ha querido también tener su minuto tonto y le ha reclamado al presidente Macri que doble las rodillas y -como ha dicho el ministro Lombardi- que abandone el poder vomitando sangre.
Puestos a comparar, esta actitud del señor Urtubey solo se puede parangonar con el discurso primitivo y visceral de Milagro Sala o el de Hebe de Bonafini, dos personajes a quienes si solo le quedara un fósforo para quemar viva a toda la burguesía nacional impregnada en nafta, lo dedicarían gustosamente a Urtubey y a su hermano Juan Manuel, ambos kirchneristas de «cuello blanco».
Si según el último de los mencionados, él no ha perdido las primarias (cosa que es bastante razonable sostener, como ya hemos visto), tampoco las ha perdido Macri ni las ha ganado Fernández. Ninguno de los tres competía con otros candidatos dentro de su mismo partido, de modo tal que el resultado de las primarias -como dice la ley- no les afecta.
Pero según el bueno de José, representante de los patrones más elitistas del país, su hermano no las ha perdido, pero sí Macri. Y para su hermano, que está obligado por la Constitución a dejar el cargo que ocupa el próximo 10 de diciembre, Urtubey junior no ha pedido, que se sepa, ninguna actitud «transicional», ni moderación, ni buenas formas.
Hasta tal punto nada de esto existe en Salta, que los nombramientos, los subsidios graciosos, el cuentamillas del avión de la Provincia y los gastos reservados aumentan de manera exponencial, mientras que se reduce, en proporción geométrica, el tiempo y la energía que el Gobernador «no-transicional» de Salta dedica a su trabajo.
Así que, antes de hablar de «transición», que Urtubey se aplique el cuento y exija también a voces que en Salta, en vez de buscar culpas se busquen soluciones, y que el Gobernador (su hermano) no tenga una actitud tan electoral, tan parcial y tan agresiva, porque los problemas de los salteños también son muchos y, hasta diciembre, vamos a tener una situación económica compleja que requiere, entre otras cosas que el Gobernador (su hermano) se ocupe de su deber de gobernar Salta, cosa que no hará bien si cada vez que se deja caer por aquí -por ejemplo al hospital Oñativia- aprovecha para hacer un vídeo en el que al final aparece la leyenda de #ConsensoFederal.