
La crónica del día está localizada en el barrio Congreso Nacional de Cerrillos, en donde ha tenido lugar un suceso «familiar» que ha epilogado en una condena a un año de prisión para una de sus protagonistas.
El juicio -abreviado, como corresponde a ciudadanos disciplinados como son los cerrillanos- se ha celebrado ante la Jueza de Garantías nº 7 de la ciudad de Salta, señora María Edith Rodríguez, quien tras escuchar los argumentos y el relato del implacable fiscal de la periferia urbana, señor Gabriel Portal, ha resuelto enviar tras las rejas a la joven Anhan Sarai García, de 25 años, por un delito de amenazas con arma.
Pero ¿a quién amenazó García?
Según el relato del sitio web de los fiscales penales de Salta (que lleva el sello del Ministerio Público Fiscal, pero que ignora olímpicamente el trabajo de los fiscales civiles y del trabajo) el pasado 23 de febrero, la joven García, se abalanzó sobre su propia madre, con intenciones de agredirla.
Al parecer, la madre había tomado cartas en el asunto, luego de que García zamarroneara (sic) a cuatro de sus cinco hijos, que son al mismo tiempo nietos de la valiente defensora.
Este relato presenta algunos elementos interesantes, como por ejemplo la cantidad de hijos de la agresora (cinco) que solo cuenta con 25 años de edad.
En segundo lugar es llamativo el empleo por la comunicación fiscal del verbo zamarronear que, como tal, no existe en nuestro idioma.
Quizá lo que haya hecho la ciudadana García es zamarrear a sus hijos, pero no zamarronearlos, a menos que este último vocablo deba ser entendido como un zamarreo en grado superlativo.
Sin embargo, esto último es muy difícil ya que la acción de zamarrear es de por sí muy violenta, como lo pone de manifiesto la primera acepción del Diccionario para este verbo: «Dicho de un perro, de un lobo o de otra fiera: Sacudir a un lado y a otro la res o presa que tiene asida con los dientes, para destrozarla o acabarla de matar».
Claro que entre humanos (los vecinos del barrio Congreso de Cerrillos también lo son, cualquiera sea el número de su prole) la cosa es un poco más pacífica. Pero solo un poco, pues, como segunda acepción para zamarrear figura: «Tratar mal a alguien trayéndolo con violencia o golpes de una parte a otra».
Es decir que eso de zamarronear es ya una pasada, que supera los límites del maltrato infantil para internarse en los terrenos del estado de naturaleza hobessiano (homo hominis lupus).
El tercer detalle interesante es la enésima criminalización de la marca Tramontina y la consideración de sus afamados cuchillos sierrita como arma. La solución para la política criminal en Salta consistiría entonces en volver a los cuchillos de palo, o en un boicott abierto a los productos de la marca de la multinacional brasileña del acero.
Liceo de señoritas
El último detalle interesante del reporte fiscal sobre el suceso fue la transcripción de las amenazas proferidas por García a su madre, y a su hermana, a quien no solo amenazó sino que tomó del cabello (agarró de las mechas) y le propinó un golpe de puño en la cabeza (le dió un bollo en el anco).La «zamarroneadora» también mostró sus habilidades como «mechoneadora».
Dice la crónica fiscal que García le dijo a su madre y hermana que «si la hacían meter en cana ya iban a ver lo que les iba a pasar y que iban a parar todos presos o terminar muertos».
Fuentes extraoficiales afirman que durante el juicio, la señorita García negó haberse dirigido a su progenitora en estos términos y que se limitó a decirle: «Madre, pon más atención en tu tarea».
A diferencia de otras sentencias condenatorias, en las que los agresores (sobre todo de mujeres) son obligados a someterse a tratamiento o a hacer cursillos para aprender a respetarlas, en este caso la jueza Rodríguez no ha impuesto a García ninguna obligación parecida, dando por supuesto que todos aprendemos desde muy pequeños aquello de «hay que respetar a la madre».