
Diferentes publicaciones digitales de Salta se han hecho eco de la resolución, por parte del Consejo de la Magistratura de nuestra Provincia, del concurso público oportunamente convocado para seleccionar a tres candidatos a ocupar la plaza de juez del tribunal de apelaciones del trabajo.
Con diferentes tonos y estilos, estas publicaciones cuestionan la selección del señor Sergio Osvaldo Petersen, a quien le une una estrecha relación de parentesco con afinidad con una de las integrantes del Consejo, que ha participado de su evaluación y de su proceso de selección: la señora Adriana Rodríguez Faraldo de López Mirau.
El caso es que el señor Petersen, no solo está emparentado con la consejera Rodríguez Faraldo (son consuegros) sino que ha integrado el mismo Consejo de la Magistratura que ahora lo propone como candidato a juez de apelaciones del orden jurisdiccional del trabajo.
La situación es un poco especial -por no decir cómica- ya que el señor Petersen era miembro del Consejo de la Magistratura cuando este órgano debatió la postulación de su consuegra, la señora Rodríguez Faraldo, como jueza de la Primera Sala de la Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Salta.
En aquella ocasión -hace un poco más de cuatro años- el señor Petersen se abstuvo de intervenir, precisamente por el parentesco por afinidad que lo liga a Rodríguez Faraldo. Pero, invertidos los papeles (Rodríguez como consejera y Petersen como candidato), la novel jueza no ha tenido la misma actitud y ha participado en la selección de su consuegro.
Es evidente que si los motivos que impulsaron al señor Petersen a abstenerse en 2014 subsisten, la señora Rodríguez Faraldo debió hacer exactamente lo mismo ahora y no viciar de sospecha un concurso al que, probablemente, el señor Petersen se sometió sin violar ninguna norma ética.
Se debe recordar que en aquella oportunidad en que Rodríguez Faraldo debió sortear el filtro del Consejo de la Magistratura, Petersen alegó tener con ella una relación de «íntima familiaridad» con la futura jueza. Tal parece que, o bien el paso de los años, o el propio carácter evolutivo de los sentimientos entre familias políticas, han hecho que la señora Rodríguez Faraldo, en 2018, no se sienta unida al señor Petersen por una «íntima familiaridad».
Pero es que tampoco es muy explicable la postura del señor Petersen, puesto que no solo debió haber observado la presencia de su parienta en el tribunal examinador, sino recordado que en 2014, en nombre de los abogados colegiados en Salta, dijo que sus decisiones como consejero estaban encaminadas a que «los elegidos sean por sus conocimientos y capacidad, no por amiguismo ni acomodo».
Aunque tal acomodo no haya existido, lo cierto es que la sola pervivencia del parentesco entre Petersen y Rodríguez Faraldo desluce el concurso -por no decir que lo anula- y añade una mancha más al triste récord de inconsecuencias y sospechas de que está rodeada la andadura institucional del Consejo de la Magistratura de Salta, que confirma así que no está en sus planes esto que los criollos llaman «levantar cabeza».