
La escenografía de la sala en la que celebra los juicios el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Salta no difiere, en lo sustancial, de las salas de juicios penales de la justicia provincial ordinaria.
Quizá la más destacable diferencia decorativa sea que los antiestéticos estores enrollables que cubren los ventanales de las salas de la Ciudad Judicial son reemplazados en la jurisdicción federal por unos señoriales cortinados de pana roja, cuyos pliegues descienden prolijamente a espaldas de sus infalibles señorías.
Por lo demás, el detalle de las banderas es casi igual, aunque poco se explica que en un tribunal federal se exhiba la bandera de la Provincia de Salta, ya que el poder de juzgar emana de la Constitución Nacional y ésta solo puede estar representada por una bandera, no por dos.
Un punto a favor de la escenografía federal es el tamaño del crucifijo, que aquí es más discreto que en la jurisdicción ordinaria. A quien armó el decorado de la sala no se le pasó por alto el detalle de colocar el crucifijo por encima de cualquier otro símbolo (Gott über alles), especialmente del escudo y de las banderas. El mensaje no puede ser más claro: Aquí la Justicia se imparte en nombre de Dios más que de ese pueblo del que nacen todos los poderes del Estado.
Pero lo que no se explica en modo alguno, es que la sala de juicios federales utilice un escudo enlozado que ha sido concebido y diseñado, en la década de los años treinta del siglo pasado, para su uso exterior, en la fachada de los edificios.
El ejercicio del poder de juzgar se rebaja bastante con un escudo de tales características a espaldas de los jueces. Habiendo escudos más discretos, hechos de materiales más nobles y sobre todo menos peligrosos para la integridad física de los presentes en la sala, no se explica que alguien haya colgado ese artefacto, que está fabricado con los mismos materiales con que se fabrican algunas bañeras y bidets.
Quizá el escudo nacional hubiera lucido mejor en una talla de madera incorporada al estrado de los jueces, o incluso en algún tapiz. En tales casos, el escudo habría servido para impresionar mejor a los reos y testigos que ese escudo ovalado y curvo que da la fría sensación de estar trasponiendo el acceso de una vieja escuela rancho o de una comisaría seccional de la Policía Federal.
El principal perjudicado por esta desviación simbólica parece haber sido el exjuez Toto Solá Torino, a quien el peso del escudo enlozado le ha caído como bolsa de portland desde un andamio. ¡Tan luego a él! que hasta hace unos cuantos meses atrás estaba debajo de ese mismo escudo, impartiendo justicia divina a los pobres mortales.
Tal vez con un escudo menos contundente e impactante desde el punto de vista físico, algo más indoor y no tan resistente a la intemperie, la petición de condena fiscal no habría sido tan dura para el exjuez. Porque en Salta rige el viejo aforismo latino «dura lex, sed lex», pero al parecer más dura que la lex son los escudos, diseñados para resistir hasta las balas.