
Una gesta, entendida como un hecho o conjunto de hechos memorables, no se difunde sino que se recuerda. Sobre todo cuando se trata de hechos que han tenido lugar hace más de dos siglos.
Si en dos siglos la gesta no es ya suficientemente conocida -es decir, si todavía se encuentra subdifundida- es porque los hechos de que se compone no son memorables o no lo son lo suficiente para ser exaltados a través del tiempo.
Güemes se vende solo, pero Urtubey no. Este último necesita de la muleta marketinera de Güemes y de la billetera de todos los salteños para dar a conocer su particular «gesta».
Ningún gobierno -excepto el de Urtubey- tiene por misión hacer campañas de difusión de hechos históricos, y menos como si fueran anuncios de vacunas masivas. La historia es la que es y un gobierno no puede sancionar una visión parcial de los sucesos remotos, porque una actitud semejante lo único que hace es recortar la libertad de pensar.
Es falso, antihistórico e insultante decir en un acto público que ha habido «que esperar casi 200 años para que Güemes fuese reconocido como padre de la patria». Primero porque Güemes, en ningún documento oficial ha sido reconocido o declarado «Padre de la Patria». El inútil título oficial que se le ha proporcionado es del de «héroe nacional», que es bastante diferente. Y es demagógico también, porque una afirmación tan poco respetuosa con la historia de Salta viene a decirnos con claridad que al fin y al cabo Güemes hoy es lo que es gracias a que Urtubey, 200 años después, hizo por el prócer lo que nadie hizo en los dos siglos precedentes.
La razón de ser de las figuras históricas es su permanencia en el tiempo, no su mutación, que es precisamente un signo de inmadurez histórica.
Por estos motivos, que son muy fáciles de comprender, no puede haber «continuidad» en la difusión de la gesta de Güemes. Lo que hay ahora mismo, y es muy visible, es una continuidad de la exaltación de la figura de Urtubey, que estaría muy bien que se hiciese, pero con argumentos veraces y leales y con dinero transparente y auditable. No de la forma en que se está haciendo.
Sería muy interesante saber cuánto le cuesta al Estado salteño fabricar los bustos que el Gobernador regala a título personal y que lleva en cantidades importantes en la bodega del avión oficial (incluidos los honorarios del escultor). Cuánto cuesta el pasaje del chozno y el traslado y alojamiento de la generosa comitiva gauchesca que acompaña al regalador mayor del reino. Debería informar el gobierno de Urtubey cuántos ciudadanos desfavorecidos del norte de la Provincia podrían obsequiar a su estómago esos apetitosos choripollos, con los gastos que produce esta rentable «continuidad» güemesiana.
Convendría que los pueblos pequeños de la Argentina supieran ahora mismo que desde Salta se les puede mandar los bustos de Güemes por correo y estos ser inaugurados en ceremonias neutrales, que no involucren la presencia de políticos y candidatos con hambre de votos.
Deberían saber también que no pasa nada si falta en la plaza del pueblo o en las escuelas un busto de Güemes, puesto que la grandeza del personaje se encuentra mucho más allá de una imaginería que lo certifique o lo agrande.