
Sucedió lo que se temía: el engrandecimiento de Güemes (o mejor quizá la megalomanía de los güemesianistas) ha traído como consecuencia casi inevitable la pequeñez sobrevenida de los otros próceres de la patria. Al menos, en lo que a la consideración debida por el gobierno se refiere.
Hace menos de un mes, sin que hubiera motivos serios para ello, se suspendió un acto de homenaje al General San Martín, cuyo feriado es «móvil» o «trasladable».
Ahora le ha tocado el turno a Domingo Faustino Sarmiento, quien por extraña carambola del destino, a diferencia de San Martín y de Güemes, tiene su día instituido a nivel continental. El Día del Maestro de América es el 11 de septiembre, fecha instituida en recuerdo del fallecimiento del educador y político sanjuanino.
En la ceremonia oficial organizada por el gobierno de Salta no estuvo ni el Gobernador (en eterna gira proselitista fuera del territorio provincial), ni la Ministra de Educación, ni el presidente de la Cámara de Diputados, ni el de Corte de Justicia, ni el Jefe de la Guarnición, ni el Arzobispo, quien al parecer no perdona a Sarmiento su profesión de fe por la escuela laica.
Como se puede apreciar en la fotografía oficial, la ceremonia organizada por el gobierno para recordar a unos de los argentinos más ilustres (al llamado «padre inmortal del aula»), fue casi una celebración familiar, casi íntima, en la que, por faltar, han faltado hasta el honor y la gratitud.
No hubo desfiles ni cívicos ni gauchos, y los niños de las escuelas, probablemente cansados de tanta pachamamitas y milagritos, se guardaron bien en sus casas. Al fin y al cabo Sarmiento es considerado como el autor intelectual de ese invento tan perverso para la niñez que se llama «escuela».
No hubo discursos, ni himnos, ni choznos bicentenarios engolados. Solo una ofrenda floral hecha en el Parque San Martín y la presencia de funcionarios de cuarta línea, que preanuncian que los próximos años serán los ordenanzas de las escuelas los oficiales de mayor rango que acudan a homenajear a Sarmiento.
¡Gloria y loor, honra sin par para un grande entre los grandes!