
Salta tendrá, una vez más, ministros sin peso político, con una capacidad técnica restringida y con un poder de decisión casi nulo.
Llamarle un 'gabinete de tecnócratas' es faltarle el respeto a los tecnócratas.
Los cambios acentúan el personalismo excluyente del Gobernador de la Provincia, menos dispuesto que nunca a compartir el protagonismo de las decisiones políticas, aunque siempre presto a hacer recaer sus errores sobre las espaldas de sus colaboradores más inmediatos.
La creación de una Jefatura de Gabinete, la figura de un superministro con poderes delegados, lejos de desmentir el creciente personalismo de Urtubey, lo confirma como nunca antes.
El Gobernador no ha colocado en ese cargo a un político sino a un 'device', un aparato que opera como una extensión de sí mismo. Con esta designación, Urtubey no persigue coordinar a un gobierno disperso, amante de los ponchazos y siempre al borde del desastre, sino cerrarle el paso a la única figura política que podría moverse en una dirección no querida: el vicegobernador Miguel Isa.
Los cambios en el gabinete han supuesto que la única ministra expulsada del gobierno ha sido Marianela Cansino, quien hasta hoy se desempeña como titular de la cartera de Derechos Humanos.
Siempre se podrá decir que deja el gobierno porque su Ministerio ha sido fusionado con el de Justicia, pero las formas elegantes a veces no son suficientes para esconder la verdad.
Cansino sale del gobierno porque no ha sabido hacerlo bien. Porque ha carecido de acompañamiento, de comprensión, de las necesarias complicidades y porque ha pagado un altísimo precio por su desconocimiento de las áreas sustantivas que le tocó gestionar.
Hace casi dos años comenzó su debacle, cuando se presentó vestida con vaqueros y camiseta llamativamente ajustadas en un centro penitenciario de menores. Nadie le dijo que una mujer -sea o no ministra- puede poner en riesgo su seguridad o faltarle el respeto a los internos presentándose en un lugar como aquel con una vestimenta como esa.
El resto de los escándalos vino solo, sin necesidad de que nadie levantara olas para ahogarla.
En resumen, el nuevo gobierno anunciado por Urtubey refuerza los rasgos derechistas de sus políticas, ratifica la preferencia por los amigos y el desprecio por la militancia, y certifica que el Partido Justicialista de Salta -que el Gobernador preside- aporta dirigentes, punteros y votos, pero que no es capaz de producir a ningún político capaz de ejercer un cargo de ministro.