
El voto no tendrá hoy mediadores. Habrá papel, sobres tradicionales y un lugar a buen recaudo de miradas indiscretas que permitirá el ejercicio del voto, de una manera libre, tranquila, sin apuros, sin vergüenzas, sin absurdos e innecesarios desafíos tecnológicos.
Por primera vez este año, los electores salteños no se verán obligados verificar su voto. Bastará con mirar la boleta por última vez antes de cerrar el sobre. Nada de lectores extraños, poco fiables y sospechosos de haber sido manipulados.
No habrá troqueles ni cartones, ni presidentes de mesa dominados por extraños más «capacitados». La de hoy será una jornada en la que unos ciudadanos dialogarán con otros ciudadanos, cara a cara, sin pantallas, sin CD's maestros, sin reboots, sin pitidos, sin destellos, sin maniobras en las sombras, allí donde nadie pueda verlas.
Los salteños recuperarán -aunque sea por unas horas- la tranquilidad de saber que están votando con las mismas herramientas y los mismos métodos con que votan el 98 por cien de los países democráticos del mundo. Aunque sea una sensación fugaz, los salteños experimentarán el discreto encanto de sentirse parecidos -al menos en este punto- a los ciudadanos de las democracias más avanzadas del mundo.