Urtubey consolida su hegemonía en Salta y deja seriamente tocado al romerismo

Al final, 20,5 puntos porcentuales han separado a las candidaturas de Juan Manuel Urtubey (Frente Justicialista para la Victoria, 51,22%) y de Juan Carlos Romero (Frente Romero + Olmedo, 30,64%).

Los dos últimos gobernadores de Salta se enfrentaron ayer en las urnas, en una elección marcada por las sospechas y el rechazo ciudadano por el voto electrónico, más que por las diferencias políticas o ideológicas entre los principales candidatos.

Como estaba previsto, la balanza se inclinó del lado de Urtubey, que obtuvo un resultado amplio, pero menos contundente que el de 2011, que le permitió acceder a su segundo mandato.

No obstante, el triunfo electoral de Urtubey fue celebrado como «una gran victoria» por el kirchnerismo nacional, que todavía sigue considerando al Gobernador de Salta como «uno de los suyos», a pesar del sesgo derechista de sus políticas y de su visible falta de compromiso personal e ideológico con el gobierno nacional.

El resultado electoral le sirve a Urtubey no solamente para disfrutar de un tercer mandato, que extenderá su gobierno continuo por doce años, sino también para despejar bastante el panorama político interno. La caída de Romero supone para Urtubey un cierto alivio, pero en el fondo no deja de ser para el líder victorioso un hecho preocupante, pues muchos intuyen que no es nada más que la anticipación de lo que a Urtubey -una figura tan recalentada como Romero- le sucederá en un futuro no muy lejano.

Urtubey ha conseguido hacer calar en el electorado su discurso ponzoñoso dirigido contra Romero, sus políticas y su entorno, pero ha abierto la puerta a que el mismo odio, quizá amplificado, le barra a él de escena política provincial en unos pocos años.

Es cierto que Romero ha conseguido algunos éxitos parciales, como sus diputados por la Capital o el Intendente de la ciudad de Salta, pero nadie confía en que el exgobernador pueda mantener estos apoyos en el medio plazo. La voracidad de Urtubey y su idea del poder absoluto hará que más pronto que tarde quienes acompañaron a Romero en esta elección terminen formando parte de su gobierno.

Ni el triunfo de Urtubey ni el declive del romerismo, por otra parte, esperados, alcanzan para ocultar el dato político más inquietante de todos los que se han puesto de manifiesto en estas elecciones: que el 80% de los ciudadanos «vota peronista» y que las políticas clientelares de uno y de otro encuentran una inmediata respuesta en un electorado cada vez más manipulable y dócil a la distribución política de bienes y servicios.

Poco se espera del tercer mandato de Urtubey, que no sea la consolidación de un modelo de provincia periférica y pobre. En sus ocho años anteriores como Gobernador, Urtubey se ha mostrado tan enceguecido por el poder como negado para el pensamiento y la acción política eficaz.

Todo indica que se profundizará lo peor de los años pasados: la impunidad, el amiguismo, el desprecio por la oposición, la utilización de los bienes del Estado para fines personales, el incremento de la represión institucional, la insolidaridad territorial, el desempleo y el colapso de los servicios públicos de salud y educación.

Los datos de ayer indican también que Urtubey intentará «reinventarse a sí mismo», para evitar que el largo ejercicio del poder afecte sus por ahora escasas posibilidades de convertirse en un líder nacional de cierto peso. Sus políticas no cambiarán pero se intuye que en los próximos cuatro años la Provincia de Salta será escenario de variados experimentos fascistoides, entre los que no se descarta una nueva reforma de la Constitución provincial para favorecer aún más la concentración del poder.