
La nota sin dudas más preocupante de la jornada electoral de ayer fue el consistente triunfo del Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia, que se alzó con una cuarta parte de los votos de su país en una elección signada en el Hexágono por la alta abstención (60%).
Bien es cierto que el triunfo de Le Pen se ha visto favorecido por la división del centro derecha y por la pésima imagen del gobierno socialista. Pero los resultados -no por esperados menos sorprendentes- han provocado un auténtico terremoto político en Francia, según las palabras del primer ministro Manuel Valls.
El avance del partido de Le Pen, que pasa de 3 a 24 europarlamentarios, es el resultado de una compleja combinación de factores entre los que destacan el reciente giro a la derecha del gobierno de François Hollande tras el nombramiento de Valls como Primer Ministro, el acercamiento de la UMP (y del sarkozysmo) representado por Jean-François Copé a las posiciones extremas del Frente Nacional y un cierto esfuerzo de esta fuerza política por moderar su discurso xenófobo y racista y 'desdemonizar' a sus principales líderes.
En el Reino Unido la situación no es muy diferente. El avance del UK Independence Party (UKIP), liderado por el antieuropeo y también xenófobo Nigel Farage, constituye todo un toque de atención para Europa. UKIP, que carece de representación en Westminster y postula abiertamente la separación del Reino Unido de Europa, se ha colocado como tercera fuerza electoral en estas elecciones.
A pesar de estos datos, y de otros menos significativos por la cantidad de parlamentarios elegidos y por el peso relativo de los países en donde se han producido, el Parlamento Europeo seguirá contando con una mayoría moderada y sólidamente «europeísta».
El Partido Popular Europeo, no obstante haber obtenido 62 escaños menos respecto a 2009, seguirá siendo el grupo parlamentario más numeroso en Estrasburgo. Por detrás, el Partido Socialista Europeo, que pierde menos escaños (solo 8), la Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa, que alcanza 66, Los Verdes con 52, Conservadores y Reformistas Europeos con 46, Izquierda Unitaria Europea con 42 y Europa de la Libertad y de la Democracia con 38.
Hay hasta 63 eurodiputados de partidos todavía sin adscripción a ningún grupo parlamentario que entrarán igualmente en la Eurocámara. Todos estos resultados son aún provisionales.
A pesar de que las elecciones se han saldado con un significativo retroceso de las fuerzas políticas tradicionales y un avance relativamente importante de partidos populistas, extremos y antisistema, dos cosas, al menos parecen claras: la primera, que la tendencia creciente a la abstención -regular desde 1979- parece haberse detenido; la segunda, que muchos europeos que hasta ahora se tomaban las elecciones al Parlamento de Estrasburgo como si fuera una votación para el Festival de Eurovisión, comenzarán a poner más atención en estos comicios, para evitar, precisamente, que ese voto «alegre» se traduzca en una desafección respecto de una de las instituciones europeas que más peso específico ha ganado en los últimos años: el Parlamento Europeo.