
Con todo el aparato del Estado volcado al servicio de la causa, con los intendentes municipales cautivos de la chequera oficial y con una runfla de punteros, agitadores y compradores de votos, todos ellos cuidadosamente entrenados, el gobernador Juan Manuel Urtubey ha obtenido un resultado decoroso pero no decisivo en las elecciones primarias que se celebraron ayer en Salta.
Se podría decir, incluso, que el resultado fue bastante modesto, no en relación con las expectativas del grupo gobernante (que eran bien económicas), sino tomando en cuenta su abusivo control sobre los recursos del Estado y sobre los medios de comunicación.
Salta no ha respondido finalmente a Urtubey como Urtubey esperaba. El plebiscito de sus diez años de gobierno deberá esperar por lo menos otros dos años más.
Según cuentan los diarios de esta mañana, el propio Gobernador salió a decir que «ellos» esperaban ganar por un margen menor, como diciendo que le ha sorprendido haber ganado por tantos votos.
Pero lo cierto y verdad es que no ha ganado ni por asomo. Sus principales candidatos han sido los menos votados y solo juntando los votos de todos ellos (una operación que es aritmética pero no políticamente posible) se podría decir que Urtubey ha sacado más votos que sus rivales. Una simple ilusión óptica; un efecto de paralaje.
En tales circunstancias, estas PASO no han sido más que un juego psicológico y de los menos elaborados que se conozcan. Como sucede con todas las elecciones de estas características, a sus resultados hay que tomarlos con pinzas.
La cultura política del país -y no digamos ya la de Salta- no está lo suficientemente desarrollada para que unas elecciones primarias, mal organizadas y con un débil soporte legal, dejen pistas sólidas acerca de cómo se comportará el electorado en una elección real.
De modo que el plebiscito a Urtubey no solo no se ha producido sino que se ha esperado en vano. Como en vano también esperan los ciudadanos electores que alguien les rinda cuentas de todo el dinero que se ha gastado a manos llenas en una campaña que no han pagado los partidos o los candidatos sino el sufrido contribuyente.
Lo peor que podría haber pasado para Urtubey, al final ha pasado: que el macrismo no ha superado claramente al kirchnerismo, y que el peronismo (sobre el que el Gobernador de Salta aún aspira a montar su candidatura presidencial) ha sido borrado prácticamente del mapa electoral. El batacazo que se ha pegado Randazzo, lejos de colocar a Urtubey en el lugar que él sueña, lo aleja cada vez más de él. ¿Donde pondrá sus fichas Urtubey en 2019? Estos resultados lo dejan afuera de casi todo.
Bastante llamativo es que candidatos que hablaron más claro durante la campaña (Bullrich, Carrió, Kirchner...) se impusieran sobre los sanateros del mismo estilo y pelaje que Urtubey (Massa, Randazzo...). El futuro no pinta en verso sino en prosa. Y prosa es precisamente lo que le falta al salteño.
Aunque en octubre próximo Urtubey saque dos diputados nacionales sobre tres, la suya será en cualquier caso una performance para el olvido. Entre otros motivos porque no se sabe todavía -incluso después de las elecciones de ayer- si «sus» diputados serán neomacristas como él, o si serán kirchneristas como él lo fue hasta solo unos meses atrás.
Lo que está más claro ahora que antes es que no serán «urtubeystas», en el sentido que este horrible adjetivo pudiera llegar a tener si es que de verdad con el mismo se intenta calificar a una corriente de pensamiento político de alcance verdaderamente nacional.