A cincuenta años del único triunfo inglés en la Copa del Mundo

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El 30 de julio de 1966, hace hoy cincuenta años, se disputaba en el viejo estadio de Wembley la final de la octava Copa del Mundo, entre los seleccionados de Inglaterra y Alemania. Fue una de las finales más emocionantes y controvertidas de todos los tiempos, que terminó ganando el equipo local en tiempo extra por un marcador de 4 a 2.

Aquel campeonato es, por muchos motivos, inolvidable para mí. Especialmente lo es porque fue la primera Copa del Mundo de la que guardo una memoria viva, ya que cuando se disputó el Mundial de Chile en 1962 (entre el 30 de mayo y el 17 de junio) tenía solo tres años.

El torneo de 1966, en cambio, comenzó a disputarse más tarde: el 11 de julio. Tres días después cumplí los ocho años y un día antes de que se acabase el mes de mi cumpleaños se jugó aquella electrizante final.

Desde entonces, no me he perdido un solo Mundial, incluido aquel que se jugó cuatro años después en México, en el que la Selección Argentina no pudo estar presente por haber sido eliminada en la fase previa.

En Salta, donde yo me encontraba, la televisión no transmitía los partidos en directo. El viejo canal 2 de circuito cerrado por cable había cesado sus emisiones para dar paso al nuevo canal 11, que apenas acababa de nacer. Todo ello en medio de un clima político enrarecido por el reciente derrocamiento del presidente Arturo Illia y los primeros balbuceos corporativistas de la dictadura inaugurada por el general Onganía, con la complicidad de un importante sector del peronismo.

En aquellas frías mañanas de julio, que coincidieron con las vacaciones escolares, fue la vieja emisora de radio LV9 Radio Güemes la encargada de llevar las noticias de los partidos a los aficionados de Salta.

Aquel partido, arbitrado por un suizo que no se podía entender sino por señas con sus asistentes (uno de Checoslovaquia y otro de Azerbaiyán), fue presenciado en Wembley por una multitud estimada en 96.000 personas. Por televisión lo vieron, solo en el Reino Unido, más de 32 millones de personas. Un récord de audiencia que la BBC hasta el día de hoy no ha podido superar.

Da un poco de escalofríos pensar que algunos jugadores que disputaron aquella final ya murieron, y que ninguno de los entrenadores (ni el campeón Alf Ramsey ni el subcampeón Helmut Schön) están ya con nosotros. De Inglaterra faltan hoy el capitán Bobby Moore, fallecido en 1993, y el centrocampista Alan Ball, fallecido en 2007. De aquel equipo alemán faltan Lothar Emmerich, fallecido en 2003, y Helmut Haller, fallecido en 2012.

Más pérdidas sin embargo ha sufrido la Selección Argentina que nos representó en aquel torneo: Aníbal Tarabini (1997), Ermindo Onega (1979), José Omar Pastoriza (2004), Carmelo Simeone (2014), Antonio Roma (2013) y Roberto Perfumo (2016).

Como casi todos recuerdan, la Selección nacional se despidió del torneo tras perder frente a Inglaterra en un partido polémico, cuyo resultado desfavorable selló la expulsión de Antonio Rattin. El victorioso equipo local luego enfrentó y venció en una de las semifinales a la Portugal de Eusebio y se instaló en la final.

De otro lado, Alemania, que no había podido doblegar a la Argentina en partido de la fase de grupos (0 a 0), venció en cuartos de final a Uruguay en un partido épico por las patadas y los repetidos incidentes entre los jugadores. Solo cuando Uruguay se quedó con 9 jugadores en la cancha, Alemania pudo resolver a su favor un partido que pasará a la historia por las bofetadas que le propinó el capitán uruguayo Horacio Troche (también fallecido) a la estrella alemana Uwe Seeler.

Alemania luego en semifinales dejaría en el camino al poderoso y siempre misterioso equipo de la URSS, que lideraba el mítico Lev Yashin, un veterano que llegó al torneo con 36 años.

La final del 30 de julio pasó a la historia, entre otros detalles, por el gol fantasma que el inglés Geoff Hurst, delantero del West Ham United, anotó en el minuto 11 de la prórroga y que puso en ventaja a su equipo por 3 a 2.

El disparo de Hurst golpeó la parte interior del travesaño y rebotó contra la línea de gol antes de que la pelota fuera despejada por la defensa alemana. Hurst levantó el brazo para celebrar el gol y ante las protestas de los jugadores alemanes, el árbitro suizo Gottfried Dienst convalidó el gol, después de consultar con el juez de línea azerbaiyano Tofik Bahramov.

Otro gol de Hurst cuando expiraba la prórroga selló la suerte de los alemanes y consagró, por única vez en su casi bicentenaria historia al equipo inglés.

Una estatua de bronce de cinco metros de altura, erigida en Upton Park, cerca del Boleyn Ground, el estadio del West Ham United, recuerda la gran conquista nacional. En la escultura están representados el capitán Bobby Moore, a hombros del goleador Geoff Hurst y del defensor Ray Wilson, junto a Martin Peters, estrella del centro del campo del West Ham United.