Venezuela: reconocimiento internacional y principio de no injerencia

  • Sobre lo que hay que reflexionar ahora es si frente a una decisión democrática de los venezolanos (en el sentido de que está avalada por el voto mayoritario) de vivir en un régimen que asfixia las libertades, los demás países deben quedarse de brazos cruzados, o si, por el contrario, deben intervenir.
  • Crisis diplomática multinacional

Escuchaba esta mañana por radio a un alto responsable de Izquierda Unida española decir que el presidente Pedro Sánchez ha cometido «un error» al reconocer como presidente encargado de Venezuela a Juan Guaidó, ya que este acto de reconocimiento vulnera el artículo 2.7 de la Carta de las Naciones Unidas, que consagra el principio de no intervención de los Estados miembros en los asuntos internos de otros Estados miembros.


Creo que el error aquí no lo ha cometido el presidente Sánchez sino el político de Izquierda Unida, por cuanto todo aquello que tiene que ver con el reconocimiento de un gobierno por otros no es un asunto interno sino un asunto externo; es decir, que pertenece, por definición, a la órbita de las relaciones exteriores de los estados.

En otras palabras, que reconocer a uno o a otro gobernante en Venezuela no es un asunto que pertenezca a la jurisdicción interna venezolana ni que pueda ser reivindicado como propio por esta, pues, como tal, el reconocimiento es un acto exclusivamente sometido a las competencias exteriores del resto de países.

Sucede también -y considero necesario subrayarlo- que el principio de no intervención no es (ni ha sido recogido en la Carta de las Naciones Unidas) como un principio absoluto, sino como una regla que admite excepciones. Estas excepciones no son otras que las que se encuentran reguladas en los artículos 39 a 51 de la citada Carta y que enumera las acciones de intervención que se puede llevar a cabo cuando un país constituye una amenaza para la paz, o incurre en quebrantamiento de la paz o actos de agresión.

No viene al caso reflexionar aquí sobre las medidas que pudiera haber adoptado el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Pero sí me gustaría recordar que en las últimas décadas hemos visto cómo el multilateralismo que encarnan las Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad han cedido notablemente frente al peso de las decisiones unilaterales de las mayores potencias del mundo. Los ejemplos son innumerables. Es de agradecer, seguramente, que en el caso de Venezuela, algunos países hayan retomado parcialmente la senda del multilateralismo y adoptado medidas en bloque (el caso de 19 países de la Unión Europea y varios de América Latina reunidos en torno al Grupo de Lima).

Vistas de este modo las cosas, sobre lo que hay que reflexionar ahora es si frente a una decisión democrática de los venezolanos (en el sentido de que está avalada por el voto mayoritario) de vivir en un régimen que asfixia las libertades (los pueblos son, en teoría, libres para elegir su propia desdicha) los demás países deben quedarse de brazos cruzados, o si, por el contrario, deben intervenir para que aquel régimen (aun en el caso de que respetase la legalidad constitucional vigente) cambie o sea sustituido.

En mi opinión, nada -y menos la Carta de las Naciones Unidas- impide que los demás países condenen públicamente al régimen venezolano y lo etiqueten como una dictadura. La presión de los gobiernos extranjeros en la opinión púbica nacional e internacional es a mi modo de ver legítima y no constituye, en principio, injerencia indebida en los asuntos internos. Si no se considera injerencia el apoyo explícito de China, de Cuba y de Rusia al régimen venezolano, ¿por qué habría de considerarse injerencia la actitud contraria?

Otra cosa diferente es que un país o varios se organicen para deponer por la fuerza a este régimen, algo que -insisto- es posible en tanto puede interpretarse que el avasallamiento a los derechos humanos de los venezolanos pone en peligro la paz internacional y siempre y cuando la decisión de una intervención armada sea adoptada por las instancias competentes de la Organización de las Naciones Unidas.

Lógicamente, es deseable que no se produzca ninguna intervención armada y que el conflicto se resuelva en paz, pero hay que ser muy ingenuo para pensar en una solución rápida y duradera al conflicto sin contar con la opinión y las decisiones soberanas de los demás países.

Debemos aceptar, aunque no nos guste, que la situación de Venezuela depende ahora, en un 80 por cien, de lo que decida la comunidad internacional al respecto. Y no porque la actuación internacional sea caprichosa, invasiva, oportunista o imperialista, sino porque ha sido pedida y sostenida por una buena cantidad de venezolanos, cuyo número parece que no para de crecer.

No querer ver esto es más peligroso para la paz y la estabilidad de la región que las irresponsables llamadas a la rebelión y la invasión extranjera que por estas horas también se escuchan en algunos foros.