El inoportuno perdón de Prat Gay a España por la expropiación de Repsol

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Hoy me he enterado -por los diarios argentinos, ya que los españoles apenas si han publicado algo sobre el asunto- que el ministro Alfonso Prat Gay, de visita en España, pidió formalmente «disculpas» al gobierno español por la sorpresiva expropiación de las acciones que la petrolera Repsol poseía en YPF, decidida en 2012 por el gobierno de la presidenta Kirchner.

Parece realmente un poco extraño que el señor Prat Gay se haya tomado la molestia de venir a España para hacer lo que el presidente Obama precisamente no quiso o no pudo hacer hace algunos días, durante su visita a la ciudad de Hiroshima, destruida el 6 de agosto de 1945 por una bomba atómica norteamericana. Muy correcto y muy diplomático, el presidente norteamericano dijo con suficiente antelación a sus anfitriones que de disculpas no habría nada de nada. Y los japoneses lo entendieron sin apenas protestar.

Aunque la decisión adoptada hace cuatro años por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner fue una medida claramente hostil y xenófoba, que produjo no pocas tensiones diplomáticas y judiciales entre ambos países, la verdad es que no causó -que se sepa- las 150.000 víctimas mortales del lanzamiento de la bomba sobre Hiroshima. Cuesta creer, por tanto, que cuatro años después de aquella trasnochada decisión venga un ministro argentino a pedirle disculpas a España, como si la expropiación de las acciones hubiera sido algo así como un crimen contra la humanidad. No fue para tanto.

Pero el pedido de disculpas no solo fue improcedente por la propia naturaleza del suceso, sino por el hecho de que hace dos años Repsol desistió expresamente de la demanda que había interpuesto ante el Centro Internacional de Arreglo de Inversiones (CIADI) para que el Estado argentino la indemnizara con una cantidad de 8.000 millones de dólares. En aquel momento, la Argentina -aún gobernada por Kirchner- zanjó el asunto ofreciendo una indemnización de 5.000 millones, a pagar con bonos públicos, que la petrolera española aceptó sin reservas de ninguna naturaleza. ¿A cuento de qué pedirle disculpas ahora? ¿No están ya satisfechos?

La verdad es que, a pesar del arrebato de soberbia nacionalista y de sus defectos técnicos, la expropiación de la mayoría del paquete accionario de YPF sirvió en su momento al menos para bajarle un poco los humos al capitalismo español, que mientras la economía doméstica se hundía sin remedio y el gobierno deshojaba la margarita de un rescate europeo que, por suerte, no se produjo, todavía se ufanaba de los «buenos resultados» de sus empresas en Iberoamérica.

Creo sinceramente que el señor Prat Gay ha elegido el momento y la persona equivocados para presentar sus sentidas disculpas. En primer lugar, porque el gobierno en España lleva casi seis meses en una situación de alarmante precariedad, negándose a someterse al control de las Cortes, sin apenas voz en Europa y sin poder tomar decisiones importantes a causa del bloqueo político y parlamentario que impidió la formación de un nuevo gobierno tras las fallidas elecciones del pasado 20 de diciembre.

Quizá hubiera resultado más provechoso si el señor Prat Gay en lugar de sentarse con el gobierno y los empresarios, se plantaba en la Zarzuela y presentaba sus disculpas al rey de España. Aunque a decir verdad, nadie sabe si después de la derrota del Atlético de Madrid en Milán el monarca (colchonero) está de buen ánimo para andar revolviendo la historia y para escuchar las lamentaciones y mea culpas que llegan desde el otro extremo del mundo, sin que nadie las haya pedido.

Si lo que quería el señor Prat Gay era caerle simpático a los empresarios españoles, se podría haber ahorrado el gesto humillante, ya que las medidas económicas adoptadas recientemente por el gobierno de Macri son ya de por sí lo suficientemente generosas para que ese modelo de capitalismo, semifracasado en la península, obtenga unas ganancias exorbitantes en la Argentina, con una fiscalidad permisiva y la posibilidad de repatriar los dividendos allí obtenidos casi sin ninguna limitación.

Que las empresas españolas ganen dinero en la Argentina y creen allí riqueza y empleo no parece malo de suyo. Lo que sí no puede aplaudir el señor Prat Gay es que el dinero que estas empresas ganan en nuestro país vuelva a la península solo para engordar la cuenta de resultados de unos cuantos poderosos (entre ellos, los grandes bancos y las compañías eléctricas), mientras una enorme mayoría de españoles sufre los efectos de la reforma laboral más antiobrera de que se tenga memoria en los últimos cuarenta años y millones de personas padecen la pobreza energética.

La única suerte que tuvo Prat Gay -si es que tuvo alguna- es que quien en nombre del gobierno español recibió las disculpas fue la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, y no el que ejercía de Ministro de Industria, Energía y Turismo al tiempo de la expropiación, señor José Manuel Soria, que se vio forzado a irse de un gobierno en funciones (hecho inédito en España) a causa de sus verdades a medias sobre sus intereses económicos en el paraíso fiscal británico de la isla de Jersey. Soria debió irse mucho antes, por vergüenza torera, cuando un personaje de la talla de Kicillof le ganó la partida.

Y si lo que le apetece al ministro argentino es devolverle a Repsol el control de YPF, que no lo oculte y que lo diga. Y que por lo menos se asegure de recuperar los 5.000 millones de dólares de indemnización, porque no vaya a ser que además de pedir perdón por un crimen que no hemos cometido, tengamos que pagar para que el mal llamado capitalismo español vuelva a controlar YPF.