El Reino Unido alcanza un acuerdo con los veintisiete para quedarse en la Unión Europea

El Reino Unido alcanzó anoche, tras una larga sesión negociadora de más de 40 horas, un acuerdo con la Unión Europea para permanecer en ella. El acuerdo, que reconoce a los británicos un “estatus especial”, compromete al primer ministro, David Cameron, a hacer campaña a favor de quedarse en la Unión en el referéndum previsto para el próximo 23 de junio.

A cambio, los el resto de los socios europeos han ofrecido concesiones simbólicas y aceptado que el Reino Unido pueda discriminar a los trabajadores comunitarios en función de su nacionalidad, para tratar de limitar la inmigración.

Según el diario El País, el pacto estaba sellado en lo que concierne a la economía y la banca, en la activación de un pseudoveto para la nueva legislación que no guste en las islas, incluso en lo relativo a los elementos simbólicos para dejar claro que Londres no cree —nunca lo hizo— en aquello de “una unión cada vez más estrecha”.

Añade el periódico español que, sin embargo, más dificutoso fue acordar lo esencial: los países con más tradición migratoria, en particular los del Este, se resistieron hasta el final. Y lograron diluir las peticiones de Cameron: finalmente las limitaciones a las prestaciones sociales de los trabajadores inmigrantes tendrán un plazo máximo de siete años, frente a los 13 que reclamaba Londres.

Cameron llevaba un lustro cargando contra la UE, poniendo palos en las ruedas a una mayor integración, sembrando discordia contra los líderes europeos y las instituciones en un momento de crisis aguda. Pero pasada la medianoche, tras la firma del acuerdo, compareció ante la prensa convertido en un eurófilo embravecido. Aseguró que hará campaña a favor de Europa “con el corazón, con el alma”. Y se lanzó montaña abajo en un sorprendente discurso de europeísta converso: “Somos más fuertes, más seguros y hemos conseguido unas reformas que hacen que merezca la pena seguir en Europa en un referéndum que será un momento crucial para una generación”.

La canciller Angela Merkel consideró el acuerdo “un trato justo”, y pidió a Cameron que haga todo lo posible por mantener intacta la UE, con sus 28 socios. El presidente del Consejo, Donald Tusk, citó al inevitable Winston Churchill y explicó que en “periodos excepcionales [crisis migratoria, económica, conflictos geopolíticos y demás] se necesitan acuerdos excepcionales”. Solo el jefe de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, bajó a la arena de la realpolitik y admitió, con la boca pequeña, que puede abrirse la puerta a la discriminación de trabajadores en función de su pasaporte, pero apuntó que esa posibilidad se minimiza porque el acuerdo “reduce al máximo, a solo siete años, las limitaciones”.

“No creo que el pacto llegue a permitir hablar de discriminación”, dijo Juncker. Ese es el quid de la cuestión. Reino Unido ya era —de largo— el país con más excepciones y regalías. A pesar de sus deseos, la UE cierra la puerta a que Cameron pueda influir en el desarrollo de la Unión Económica y Monetaria y la mayor integración de la eurozona. Pero entre las concesiones hay caza mayor: los límites a las prestaciones sociales de los trabajadores inmigrantes provocan grandes dudas entre muchas de las fuentes consultadas. ¿Se consagra así la Europa de las dos velocidades? “Europa no tiene dos, sino muchas velocidades: hay socios que no están en el euro, o en Schengen, o en la unión bancaria. El pacto con Londres consolida su estatus especial, pero no cambia la naturaleza del proyecto”, defendió una alta fuente europea.

Londres pretendía modular las prestaciones de los trabajadores que lleven menos de cuatro años en suelo británico por un plazo de hasta 13 años. Tenía el respaldo de las instituciones europeas, y de una Merkel que sostiene que Europa es un mercado único pero no una unión social y, por tanto, defiende que es posible limitar las prestaciones. Pero se encontró con la férrea oposición del Este, en un último sprint negociador para aguar la propuesta al máximo.

Fuente: El País