El acuerdo con el Club de París adelanta el 2015

Si hasta hace una semana podía entreverse la gestación de un nuevo consenso que abarca a los principales candidatos y fuerzas con posibilidades de triunfo en las elecciones del año próximo, hoy puede afirmarse que, con el acuerdo alcanzado con el Club de París, el gobierno que se va se ha sumado (al menos en un aspecto relevante) a ese nuevo consenso.

Solo la figura del Papa Francisco ha alcanzado en la Argentina niveles tan amplios de coincidencia como el arreglo que el jueves 29 firmó en Francia el ministro preferido de Cristina Kirchner, Axel Kicillof.

Todo cambia

En la línea inaugurada con el pago indemnizatorio a Repsol por la confiscación de sus acciones en YPF, la aceptación de los fallos negativos del CIADI (el tribunal de controversias del Banco Mundial), la lavada de cara a las estadísticas del INDEC reclamada por el FMI y los convenimos con la petrolera estadounidense Chevron, el gobierno consolida un cambio de rumbo indispensable para que la Argentina se reinserte en el mundo. En el terreno doméstico (aunque con obvias conexiones con esa reinserción) ese giro se había manifestado en las medidas adoptadas para frenar la sangría de divisas, que incluyeron una devaluación que ajustó con mayor realismo la cotización del peso en su relación con el dólar y una suba de tasas destinada a ofrecer alternativas a los ahorristas.

Se trata –interpretó Christine Lagarde, la directora general del Fondo Monetario Internacional- “de un intento de Argentina de normalizar su situación”, un proceso que “esperamos que continúe”, dijo.

La señora Lagarde no pareció ofendida por el hecho de que Kicillof hubiera reclamado que el Fondo no participara en la discusión del arreglo con el Club de París. ¿Por qué golpear si la puerta está abierta? El nuevo curso encarado por Kicillof y su jefa, la Presidente, se define mejor por los hechos que por las palabras.

El mundo esperaba lo que Lagarde describe como “normalización”. Realmente resultaba anormal que Argentina, con el potencial que le brindan sus recursos del suelo y el subsuelo, su reducida tasa de ahorro interno y de inversión, se privara voluntariamente de acudir a un financiamiento internacional barato por no cumplir sus obligaciones y empecinarse en una ideología del aislamiento voluntario. El propio acuerdo con el Club de París es una demostración de esa anomalía: la deuda que Kicillof reconoció es de 9.700 millones de dólares, un tercio más que la que hasta el momento admitían las cuentas oficiales. Buena parte de ese formidable incremento se debe a que sobre la cifra no pagada se aplicaba una tasa del 7 por ciento. Después del acuerdo, el costo del financiamiento será de algo más del 3 por ciento, la mitad. Es la diferencia entre estar afuera y estar adentro.

Después del acuerdo la posibilidad de una disminución de los costos del crédito en los mercados, tanto para el sector público como para las empresas privadas, caerán. Y lo harán más y más velozmente en tanto el nuevo rumbo se afirme.

Este es el motivo por el cual tanto las fuerzas políticas que compiten con el gobierno como los sectores empresarios, que últimamente se mostraban críticos por la situación económica (inflación, esbozos recesivos, incremento de la conflictividad), no vacilaron en aplaudir el paso dado en Francia.

Salir del aislamiento

Cuando la Argentina abandona el territorio de la extravagancia y el solipsismo, se observa con claridad el paisaje de sus posibilidades y estas se ven más alcanzables. Hace unos días, Daniel Poneman, subsecretario de Energía de los Estados Unidos, comentó en Buenos Aires que, de acuerdo con la información de la Agencia de Información Energética de su país, “Argentina tiene reservas de combustibles no convencionales como las de Vaca Muerta, que alcanzarían para abastecer el consumo nacional de unos 400 años”. Ponieman estuvo en Argentina “para tratar de fortalecer y ampliar nuestra cooperación bilateral”. El secretario de Seguridad, Sergio Berni, venía de declarar que en su ámbito "hemos intensificado los acuerdos de cooperación con la DEA para cruzar datos y organizar cursos de capacitación, porque en la Argentina hay un mayor trabajo de control y combate contra el narcotráfico". Los cortocircuitos con Washington, que alcanzaron un nivel de patética gestualidad cuando el canciller Héctor Timerman se apoderó de documentación ajena en un avión militar estadounidense en Aeroparque, también se reconducen al territorio de la normalidad.

En julio la Presidente concurrirá, invitada por iniciativa del presidente ruso Vladimir Putin al foro del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfica) que nuclear a las principales potencias emergentes. Es evidente que una Argentina que rompe su aislamiento tiene un sitio natural en ese ámbito.

En junio, por otra parte, Xi Jinping, el presidente de China (hoy, primera potencia económica mundial), visitará Argentina. China va camino a convertirse en gran inversor mundial, interesada no sólo en commodities, sino en desarrollar proyectos productivos y de infraestructura en mercados con posibilidades y recursos humanos. La realidad genera su propia agenda. Sólo es cuestión de no estar amurallado a la hora de advertirlo y de no cerrarse ante las oportunidades.

Los dilemas del “núcleo duro”

Resulta muy significativo que el gobierno, al iniciar su etapa final, asuma estas iniciativas que contrarían su prédica pasada tanto como el discurso actual de su llamado “núcleo duro”. En ese sentido, es ilustrativo aventurarse en el frondoso texto que viene de publicar cenáculo intelectual kirchnerista Carta Abierta (Carta número 16), porque allí se nota la extrema reticencia con que contemplan el camino que la señora de Kirchner (cuya jefatura reivindican) está encarando. En un paisaje que definen como “dilemático” y en el que “no sólo en el campo de la economía se encuentran los nubarrones que hacen difícil visualizar una salida política que garantice la continuidad del proyecto”, los intelectuales K propugnan medidas crecientemente estatistas (por caso, “la imperiosa necesidad de adoptar medidas que avancen en el control estatal sobre la oferta de exportación”) y observan el riesgo de que “el gobierno de Cristina Kirchner se vería obligado a transitar un sendero de ajustes sucesivos y recurrir sin condiciones al crédito internacional, preparando de este modo al país para el nuevo rumbo económico” que se pronostica como “inexorable a partir del año 2015”.

Escrito antes del acuerdo con el Club de París (aunque después de otros hechos que ya insinuaban esta dirección), el documento de Carta Abierta es una toma de distancia con el nuevo rumbo en reivindicación del relato que quedó atrás y cuya continuidad admiten que “es difícil de garantizar”.

El caso de este grupo no es idéntico al de otros fragmentos del núcleo duro. Sucede que lo que prevalece en Carta Abierta es un consenso no peronista, una ideología en la que se combinan viejos clichés de izquierda, chavismo, un cancionero nac&pop, todo reunido bajo la etiqueta kirchnerista, escipiente con el que alcanzaron a digerir sin atragantarse demasiado una cuota módica de peronismo pasado por las aguas de John William Cooke. Así, mientras los muchachos de La Cámpora hacen esfuerzos por desdibujarse y diluirse en las filas PJ para afrontar mejor la etapa posterior al fin del gobierno K, Carta Abierta expresa su reserva ante política tendiente a la unidad del peronismo (“cualquier propósito de reunificación indiscriminada del peronismo supone el apartamiento de la línea seguida desde la asunción de Néstor Kirchner”), algo que definen como “antiguas leyendas nacionales ya fosilizadas”. Coherentes con esta postura, adelantan su rechazo al “postulante hoy mejor instalado en las encuestas” (Daniel Scioli) más allá de lo que en su momento establezcan las primarias abiertas. El destino que prefieren los de Carta Abierta es la continuidad de lo que ya ha quedado atrás, el aislamiento como intransigencia.

Se podría definir esa postura como una forma de la consecuencia. También como un modo de la arrogancia: nosotros no cambiamos, ¡que cambie la realidad! En su libro sobre Néstor Kirchner, José Pablo Feinmann, otro intelectual K, le atribuye al ex presidente una frase que se parece mucho a una frase del propio Feinmann: “La realidad es reaccionaria”.

Esa “realidad reaccionaria” choca contra las empecinadamente anacrónicas posturas de los intelectuales cortesanos. Para ellos las cadenas globales de valor sobre las que se asientan la integración productiva mundial, el intercambio, los puestos de trabajo de la inmensa mayoría de la población deben ser evitadas y combatidas. No se puede mejorar la vida de las personas desconociendo lo que existe. De lo que se trata es de estar integrados y trabajar desde el seno de ese proceso en la reforma de sus aspectos dañinos. No se lucha contra lo que el Papa Francisco ha llamado “la civilización del descarte”, autodescartándose voluntariamente.

El grupo BRICS, de cuya próxima reunión participàrá la Presidente, es una muestra de la influencia que naciones emergentes pueden alcanzar en un mundo cada vez más integrado. Las reformas internas que esos países han llevado a cabo también indican caminos posibles.

El kirchnerismo recalcitrante al que invita Carta Abierta es una especie de anagrama invertido del gatopardismo: en lugar del “cambiar algo para que nada cambie”, se predica el “no cambiar nada aunque todo cambie”. Es difícil que otro kirchnerismo más pragmático, más flexible, más realista o más oportunista se resigne a esa modalidad de suicido político. Al replegarse hacia el justicialismo, el camporismo juvenil empieza a mostrarlo y, con su conducta, refleja adecuadamente la decisión de viraje de su Jefa.

Boudou, Báez y la ciega justicia

La citación a indagatoria que recibió el vicepresidente Amado Boudou el viernes 30 melló la grata sensación de consenso que había cosechado el gobierno el jueves 29. Nadie podría decir que el llamado fue un rayo en cielo despejado. Los medios y la Justicia habían reunido elementos durante meses y la mayoría de esos datos eran públicos. La esperanza de Boudou era que se pudiera repetir la limpieza de obstáculos de la que se benefició en una instancia anterior, cuando la influencia oficialista consiguió sacarle de encima un fiscal, un juez y un Procurador que llevaban el caso. Ahora se rozó la posibilidad de desplazar al juez Ariel Lijo, pero el gobierno ya no tiene la fuerza de otros días.

Se verá por cuánto tiempo más habrá que hablar de Boudou como vicepresidente. En altos despachos del poder trabajan para que no sea por mucho.

La Justicia avanza sobre territorio oficial y paraoficial. El tranquilo juez Casanello, que lleva la causa Báez, recibió confirmación de la justicia suiza de que el constructor santacruceño amigo de los Kirchner efectivamente fletó millones a bancos helvéticos desde Panamá, algo que había declarado un financista equívoco en el programa de Jorge Lanata un año atrás. La justicia suiza le pidió colaboración al juez Casanello: éste repara ahora en que se lo mira no sólo desde sitios domésticos, sino también desde ls redes judiciales internacionales. Su exposición es mayor. Báez y sus amigos están un poco más nerviosos ahora.

Crece la idea de que es posible, cuando llegue el momento, investigar las rutas por las que se fueron de la Argentina muchos dólares y euros non sanctos. “Sabemos donde están –aseguró días atrás en una reunión privada un importante economista que milita en la oposición peronista al gobierno-. Vamos a ir a buscarlos. Sea a Sidney o a Luxemburgo”. Probablemente no citó en vano esas ciudades.