
En algunos sectores del empresariado empieza sin embargo a cundir la inquietud de que el ballotage pueda ser obviado por un triunfo categórico del oficialismo en primera vuelta, que le permita superar los 40 puntos y sacarle más de diez de diferencia al segundo. Al día de hoy, según ciertos consultores de opinión pública, Daniel Scioli estaría un poco por encima de los 30 puntos y sus seguidores peleando la escolta alrededor de los 25.
Presión por la convergencia
En virtud de aquella conjetura, se ejerce sobre Massa y Macri una persistente presión para que lleguen a una convergencia. El razonamiento parte de un cuadro de fortalezas y debilidades: Macri es hegemónico en la ciudad de Buenos Aires (donde el massismo local no ha podido penetrar), tiene fuerza en Santa Fé, Mendoza y Córdoba y ha hecho pie en el país interior merced a su alianza con la UCR, pero no tiene penetración ni un candidato fuerte en la provincia de Buenos Aires, donde, en cambio Massa tiene votos y se acredita una victoria decisiva sobre el kirchnerismo (la que dos años atrás sepultó el proyecto de re-reelección de la Presidente). Moraleja: si en lugar de competir, fueran aliados, la derrota del oficialismo estaría garantizada. Corolario eventual: el formato óptimo de un acuerdo entre ambos consistiría en que Macri fuera candidato a Presidente y Massa, a gobernador bonaerense, carambola que permitiría asegurar no sólo la mayoría nacional sino también el poder sobre la provincia.La insistente idea está emparentada con la postura que fue derrotada en la convención radical de Gualeguaychú (enunciada por el senador Gerardo Morales y por Julio Cobos), que proponía a la UCR participar en un espacio amplio de oposición, no limitado a sumar al Pro y a la fuerza de Elisa Carrió, sino hospitalario también con en Frente Renovador. De hecho, massismo y macrismo ya conviven en combinaciones electorales de una decena de provincias (por caso, en Mendoza, uno de los dos distritos en que hoy se disputan primarias en las que el candidato común, el radical Alfredo Cornejo, aparece como favorito).
El miércoles 15, en la sede del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) un grupo de 15 expertos, intelectuales y ex altos funcionarios de la Cancillería, la mayoría de los cuales participan como asesores de los principales candidatos de la oposición (Diego Guelar, con Macri; Juan Pablo Lohlé, con De la Sota; Andrés Cisneros, con Massa, por ejemplo) dieron a conocer un extenso documento de consensos sobre la política exterior para el próximo período. El diseño de políticas comunes está en marcha. Pero queda mucho por discutir.
Unión sin descensos, soledad y pureza
Por cierto, en las filas del Frente Renovador descartan por completo la posibilidad de que Massa abandone su aspiración presidencial para replegarse a la provincia. En cambio, el propio candidato no excluyó tajantemente la hipótesis de una convergencia: se limitó a decir que “hoy no está en la agenda”. ¿Podría estarlo mañana? Uno de los voceros habituales del Frente Renovador, Diego Kravetz, a quien Massa impuso como coordinador de su fuerza en la Capital Federal, consideró posible y positiva una primaria amplia en la que compitan el Frente Renovador, la UCR, el Pro y otras fuerzas y culpó al macrismo de mantener una actitud cerrada.En verdad, el Pro es muy reticente a la idea de la gran interna. Ya le resultó un esfuerzo el acuerdo con los radicales y con Carrió (que avanza con lentitud). El principal ideólogo del macrismo (el consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba) sostiene la idea de que la fuerza del Pro reside en sus diferencias con la “vieja política” (quiere decir: con radicales y peronistas) y propugna para el partido una soledad incontaminada y una fórmula “pura” del Pro. Son ideas que se discuten aún y sobre las que ejercen influencia las encuestas, los primeros resultados de las primarias y los movimientos de la competencia.
Massa trabaja, entretanto, en consolidar un espacio con el gobernador de Córdoba,José Manuel De la Sota y con el peronismo federal (Adolfo Rodríguez Saa, Ramón Puerta, Juan Carlos Romero). Si se trata de competir con la alianza de Macri y la UCR, el jefe renovador buscará consolidar su asociación con la amplia gama del peronismo nokirchnerista sin quebrar su vínculo con otros sectores (desde intendentes de genética radical a democristianos).
Mansedumbre y fortaleza
Entretanto, Daniel Scioli navega hacia la consolidación de su candidatura en el Frente para la Victoria. Ya negocian con él desde dirigentes de La Cámpora hasta sectores numerosos del kirchnerismo militante relativamente autónomos del camporismo, como el movimiento Evita, que inclusive sostiene candidatos propios a la presidencia (Jorge Taiana) y a la gobernación bonaerense (Fernando Chino Navarro), que esta semana estuvieron varias horas cambiando figuritas con el gobernador en el anexo del Banco Provincia, en Plaza de Mayo.Retrucando críticas de quienes le imputan al gobernador una actitud de excesiva concesión a las presiones y destratos de la Casa Rosada, en el sciolismo quisieron leer una alusión y hasta un respaldo implícito a Scioli en un párrafo de la carta que el Papa Francisco le envió días atrás al periodista Alfredo Leuco. Las líneas papales que citan en La Plata son estas, que desarrollan la bienaventuranza de la mansedumbre (Felices los mansos, porque recibirán la tierra en herencia. Mt 5, 4): “La mansedumbre, esa actitud tan ligada a la paciencia, a la escucha, a la ponderación y que -a veces- en el imaginario colectivo se la confunde con pusilanimidad. Pero no es así: en realidad es la virtud de los fuertes”.
Mansamente, pues, Scioli se encamina a primero a la candidatura y después a una probable victoria en primera vuelta. ¿Suficiente? Para volverla irreversible necesitará consolidar su oferta complementaria. Eludir las candidaturas con rasgos de presente griego que pretenden hacerle y ubicar nombres de gran atracción en las candidaturas más importantes.
No culpen a Tinelli
En ese sentido, es improbable que Marcelo Tinelli se convierta en candidato a la gobernación de la provincia de Buenos Aires, pero es significativo que su nombre haya sido meneado en los últimos días en relación con ese cargo.Una lista encabezada por el creador de Showmatch tendría asegurada una victoria arrolladora en las urnas en un distrito estratégico que define la elección general. ¿Como postulante de cuál partido o espacio? ¿Con qué programa? En la práctica, eso parecería secundario. Tinelli (y la política que hace circular su nombre) pertenecen a una nueva era, resumible en la frase: "una imagen vale por mil palabras". Transitamos la sociedad del espectáculo.
Si bien se mira, Tinelli es casi una política de Estado. Podría participar de cualquiera de las tres papeletas principales: es tan amigo de Daniel Scioli como de Mauricio Macri y de Sergio Massa; los tres comparten la debilidad por el show&sportbiz y las candilejas; ya han reclutado, con más o menos fortuna, candidatos importantes en ese semillero (Del Sel, Baldassi, Goycochea, la Tiogresa Acuña, Nacha Guevara, por citar algunos) buscando, como mínimo, ahorrarse el costo de hacerlos conocer por el público. Estos personajes llegan con esa inversión amortizada.
Tinelli, sin embargo, representa otra cosa y mucho más que eso: no sólo es (archi)conocido, sino que tiene la llave para dar a conocer, para catapultar a la fama, para adornar con las mejores ondas la imagen de un amigo o un aliado o dañar sin atenuantes a quien lo maltrate o le disguste mucho. Posee, además, otra virtud valorada por los tres candidatos a presidente: capacidad de gestión. Tinelli es un productor exitoso, un empresario competitivo. Y un organizador reconocido, no sólo en el terreno del espectáculo, sino en el de los deportes.
Si cediera a la tentación (o a las invitaciones) y se convirtiera en candidato, en primera instancia se produciría un cambio sustancial en el juego de las fuerzas gravitatorias. Es posible que la situación solar –así sea declinante- que todavía ocupa domésticamente la política, deviniera en una deriva satelital, sujeta a la atracción de una energía más poderosa. O de varias.
La polis mutaría finalmente en audiencia, la ciudadanía y el pueblo invocados por los padres fundadores llegarían a la categoría terminal de público.
¿Público o pueblo?
Más allá del rating y las encuestas, ¿prefiere (o admite) la sociedad esa evolución transgénica: de pueblo a público? Los momentos de pasividad colectiva o de ensimismamiento en el consumo y el pasatismo hacen temer a algunos pensadores que ese sea el caso: un deseo o nostalgia social de tutela amable y distribución (los académicos hablan de soft power), un poder sobre el que delegar administración, responsabilidades y eventualmente culpas, al que se le piden fundamentalmente buenos ingresos, buenas noticias y buena onda, sonrisas perpetuas, de esas que se han vuelto obligatorias en la política actual y que tanto escaseaban en los líderes de eras anteriores. (Una experiencia interesante: miren fotos de personajes como Lisandro De la Torre, Hipólito Yrigoyen, Alfredo Palacios, Julio Argentino Roca, Arturo Frondizi o, digamos, Winston Churchill, Franklin Roosevelt y fíjense si encuentran muchas de esas sonrisas que hoy se han vuelto obligatorias. Ni siquiera hallarán demasiadas entre las fotografías de Juan Perón, pese a que era un tipo de risa fácil).Claro está: los momentos de pasividad no son eternos, probablemente porque aunque los relatos puedan pintar mundos hermosos, la realidad es más difícil de manipular y manejar. Hay tiempos de vacas gordas y también los hay de vacas flacas. Sobre todo para estos momentos en que se necesita sostener la unidad de la nación, encauzar las energías colectivas, afrontar cambios difíciles y empresas exigentes, la política virtuosa se vuelve indispensable. Y si no está, las consecuencias se notan. El paso de la pasividad a la acción, cuando no funcionan los canales de asociatividad, las redes de identidad y la organización de la buena política, puede degenerar en explosiones estériles de indignación y dispersión. En desgobierno y descontrol.
Marcelo Tinelli no será candidato. Hombre lúcido, no deja de entender que la influencia puede ejercerse sin la ocupación de cargos políticos. Es preferible maniobrar la instalación que convertirse en fusible.
Lo que conviene analizar es qué hará la sociedad para que la política recupere centralidad y virtud y para volver a ser plenamente pueblo antes que público. Y si el fragmentado sistema político sabrá encontrar un punto sólido de convergencia y consolidación, más allá de las encuestas y el espectáculo.