Conjeturas sobre el día menos pensado

  • Una semana atrás, una encuesta de discutible factura alcanzó para alarmar a los mercados: diagnosticaba un probable triunfo de Cristina Kirchner en el ballotage de noviembre.
  • Panorama semanal

Esta semana, el efecto se extendió ante la noticia de que la expresidente publicó un libro de presuntas confesiones políticas. “Es una señal inequívoca de que ella se presentará”, afirman ahora con mirada sombría los varticinadores. Esa es la ecuación que presentan: libro más encuesta, igual catástrofe. Aunque la encuesta sea un embeleco y la “señal inequívoca” no represente (hasta ahora), en verdad, más que un palo de ciego.


¿Cristinomics o Macrinomics?

Si indicios tan conjeturales bastan para desatar estos vientos es porque se observan en un contexto diseñado por la táctica electoral que el gobierno priorizó: la polarización extrema con Cristina Kirchner y el empleo de la figura de ella como sinónimo de peronismo. Los aprendices de brujería no controlan las fuerzas que ponen en movimiento. Lo que teóricamente les sería favorable a la hora de la elección desata tempestades en las vísperas y desarticula una economía ya destartalada por mérito propio.

El jueves 25, el riesgo país perforó la barrera de los 1.000 puntos mientras el dólar volvía a remontarse, buscando más vertiginosamente de lo imaginado el tope de la banda de flotación fijado por el Banco Central para que rija hasta diciembre. Simultáneamente, el Financial Times titulaba “Argentina en el borde”, El País, de Madrid, consideraba que “Argentina se asoma al precipicio” y el matutino porteño más próximo al oficialismo informaba en su primera plana que “Wall Street cree que la crisis puede obligar al Gobierno a activar el plan V” (es decir, reemplazar la candidatura presidencial de Mauricio Macri por la de María Eugenia Vidal).

La candidatura es mía, mía, mía

Desde la Casa Rosada, precipitadamente, se dispuso una batería informativa para corroborar con vehemencia que no hay “plan V” alguno en las carpetas y que el solo y único candidato presidencial del oficialismo es Macri. Horacio Rodríguez Larreta apeló incluso a una infrecuente dosis de patriotismo verbal para ratificarlo: “Decidimos en la Argentina, no en Wall Street”, aseveró. El énfasis de las aclaraciones testimonia la intensidad de las presiones, no las desmiente.

Ni eso ni la suba de tasas y otras palancas empleadas por el Banco Central impidieron que el jueves y el viernes el dólar se mantuvieron en la zona roja. Algunos piden que la dirección del Banco Central cuente que nuevas herramientas.

Quienes, con mirada liberal, propiciaban políticas que dejaran actuar sin obstáculos al mercado, ahora se inclinan por la intervención. Es una combinación de ironías que, ante las turbulencias, el gobierno esté implorando al Fondo Monetario Internacional más libertad de acción para intervenir en el mercado con los fondos transferidos por el organismo y la cúpula del Fondo haga la vista gorda ante las transgresiones al acuerdo vigente aunque todavía refrene su inclinación a autorizarlas formalmente. "Usen la guita y cá..ense en el Fondo", habría exhortado con estilo heterodoxo Jaime Durán Barba al gabinete después de constatar en sus estudios demoscópicos que la volatilidad del dólar horada con persistencia la imagen del Presidente-candidato.

“La guita” la están usando: el Central de los casi 11.000 millones de dólares que el Fondo envió a principios de abril ya se evaporó más del 50 por ciento.

Una cuestión de confianza

Lo que ocurre es que el gobierno atraviesa una extendida crisis de confianza que no consigue revertir. Los analistas diagnostican ya que las medidas anunciadas la última semana no se cumplirán a raíz de los vaivenes violentos de los mercados; consideran también que la turbulencia no ha sido superada y que las dificultades políticas se prolongarán hasta que se entrevea una solución más consistente y convincente para los mercados y para el público.

Los mercados se preguntan si el gobierno producirá o no cambios políticos para recuperar terreno; si el peronismo alternativo conseguirá construirse como opción de poder. Y si, en definitiva, Cristina Kirchner presentará su candidatura presidencial. Los interrogantes son varios y apuntan en varias direcciones. Lo que evidencia que el gobierno no es ni el único ni, quizás, el principal protagonista.

El día menos pensado

Si la Casa Rosada insiste en sólo aplicar parches para anestesiar la impaciencia pública hasta noviembre (el mes del ballotage), estará expuesta a un desgastante examen en el día a día.

El país querrá saber, además, qué le deparará el día después de la anestesia.

Y todos se preguntarán a qué medicina de urgencia se podría recurrir el día menos pensado.

El gobierno sufre las consecuencias de su inestable combinación de gestión y marketing político. La lógica de la polarización que las usinas electorales oficiales han motorizado sin pausa despliega en el centro de la escena sus perfiles amenazantes.

A las contrariedades que provoca una situación ya suficientemente sensible, el gobierno debe sumar la ansiedad de sus propios jugadores.

Elisa Carrió y Herminio Iglesias

Elisa Carrió, por caso, interpretando quizás que el oficialismo no subraya suficientemente el rechazo al peronismo, viajó a Córdoba y pronunció una frase descalificante (“Gracias a Dios que De la Sota murió”) que el gobierno nacional asimiló en silencio porque no se siente en condiciones de discutir con ella.

El que sí reaccionó desde Cambiemos fue Ramón Mestre, alcalde de la capital cordobesa y candidato radical a la gobernación: repudió los dichos de la diputada oficialista y los comparó con “el cajón de Herminio Iglesias”, una referencia al episodio de último momento que, en 1983, habría definido al electorado independiente contra los candidatos peronistas y en favor de Raúl Alfonsín. El domingo 12 de mayo, tras la elección provincial, la diferencia a favor que obtenga Juan Schiaretti (seguro vencedor de esa contienda) permitirá medir si la comparación de Mestre fue o no adecuada.

Las primarias santafesinas de hoy ofrecen otra oportunidad para explorar la dimensión de los problemas electorales que atraviesa el oficialismo. En esa provincia, la tercera en importancia económica del país, Cambiemos, con la candidatura del actor Miguel Del Sel, dió una pelea pareja al socialismo y estuvo cerca de consagrarse. Hoy la mayoría de las encuestas le vaticinan un tercer puesto. Es cierto, son apenas las PASO. Pero a menudo las primarias anticipan el resultado final.

El llamado núcleo duro del gobierno ha decidido atarse al timón para no dejarse influir por los cantos de sirena: ni por los mercados (“piensan a corto plazo”), ni por las encuestas (“es temprano para tomarlas en cuenta”) ni, hasta cierto punto, por los propios aliados. Se trata de persistir en el mismo libreto. Aunque transitoriamente pueda copiar medidas de sus antecesores en las que no cree, ha renunciado a cualquier plan alternativo, sea V, B o W. Macri es presidente y candidato. Hay que resistir el temporal hasta la hora de las urnas.

En rigor, la intensidad de los vientos aconsejaría ocuparse menos del marketing y los camelos electorales y atender con decisión la urgencia política: la clave (para oficialismo y oposición) es darle al país y al mundo datos ciertos de una estrategia de unidad nacional, alcanzar los acuerdos serios que sienten las bases de un sistema político estable, asumir las responsabilidades (pasos al frente, pasos al costado, pasos atrás) que la profundidad de la crisis reclama.

La realidad es la que impone la agenda.