
Todavía faltan semanas para que se resuelva otra (u otras) de no menor importancia: la participación o no de lCristina Kirchner en la elección y, eventualmente, la categoría en la que ella pueda inscribir una candidatura (¿a presidente, a gobernadora de Buenos Aires?). Pero el tema central sigue siendo la economía.
Antes de que concluyera el mes de enero, el oficialismo puso fin al minué del desdoblamiento electoral en la provincia de Buenos Aires. Para un comentarista afín a la Casa Rosada, Macri “se dio el lujo de rechazar la posibilidad de desdoblar”. ¿Lujo o necesidad y urgencia? La trama de esa pieza tenía varios hilos.
Empecemos por uno: la imagen de Mauricio Macri tiene cifras muy bajas en la provincia de Buenos Aires (particularmente en el conurbano); él necesita la muleta de la gobernadora María Eugenia Vidal, que tiene de 10 a 12 puntos más de opiniones positivas que el Presidente, además de gozar (al revés que él) de un saldo neto positivo (más opiniones a favor que en contra).
Vidal no desdobla ni se rompe
Separar las fechas de la elección bonaerense y la presidencial podía tener sentido para la gobernadora: ella tiene que jugar en un distrito en el que la señora de Kirchner cuenta con su mayor capital electoral. Un distrito en el que no hay ballotage y la gobernación se gana con una mayoría simple. Un voto de diferencia alcanza para cantar victoria.En la mesa de análisis de María Eugenia Vidal no se descarta siquiera la (improbable) eventualidad de que la señora de Kirchner, en una estrategia de mutua conveniencia con el peronismo alternativo, decida jugar su candidatura en el distrito en el que está fuerte - el bonaerense- en lugar de dar batalla en el terreno nacional, donde parece inevitablemente condenada a la derrota si llega a la segunda vuelta. Vidal está mejor colocada en las encuestas bonaerenses que la señora de Kirchner, pero en una competencia donde tenga que cargar a sus espaldas la imagen maltrecha del Presidente (como ocurrirá con los comicios simultáneos) puede perder los puntitos vitales que determinan el triunfo o la caída.
La mesa estratégica de Vidal invocaba otros argumentos de venta, más políticamente correctos: adelantar el comicio bonaerense -decían- podía fortalecer la campaña nacional de Cambiemos exhibiendo un triunfo de envergadura antes de la puja por la presidencia.
María Eugenia Vidal es una gobernadora disciplinada y, más allá de que mantuvo firme durante largas semanas la conjetura del desdoblamiento que la Casa Rosada rechazó desde el primer momento, admitió finalmente la verticalidad del mando. El oficialismo jugará al unísono sus tesoros principales (Nación, Capital y provincia de Buenos Aires), a todo o nada. Y privilegiando la estrategia de impulsar la reelección presidencial: Macri mejorará sus guarismos promediándolos con los de Vidal. Obediente y profesional, la gobernadora pagará esa factura. Es ella la que toma el riesgo y “se da el lujo”.
Dudas problemáticas
En las facturas se esconden otros hilos del minué del desdoblamiento: la provincia mañereó todas estas semanas también por motivos crematísticos. La exhausta caja provincial debió soportar el costoso traspaso de subsidios (energía, transportes) que venían sosteniendo la Nación y otras provincias y esperaba compensaciones de la tesorería. La insistencia en el desdoblamiento probablemente ayudó a recordar esas necesidades, que -pronto se confirmará- van a ser contempladas. La política no excluye el toma y daca.Un tercer punto: si bien la Casa Rosada estuvo siempre decidida a vetar el desdoblamiento, permitió que la hipótesis se mantuviera latente porque entrevió que generaba desconcierto en el seno de la oposición, con intendentes que no querían desdoblar y peronistas en el rincón opuesto. Pero el blanqueo de la decisión oficial se anticipó (estaba previsto para la segunda quincena de febrero) cuando las encuestas que se manejan en Balcarce 50 empezaron a indicar que la insistencia de Vidal en el desdoblamiento erosionaba la autoridad política de Macri, inflaba la especulación de una candidatura presidencial de Vidal y -junto a otros elementos, como las performances rebeldes de Elisa Carrió y los disgustos que expresa el radicalismo- creaba dudas sobre la unidad de la coalición oficialista.
Así, se aceleraron los procesos y tanto Vidal como Carrió ofrecieron señales de subordinación antes de que terminara enero. El malestar de los radicales es una materia más complicada de disciplinar: la UCR es una federación de librepensadores y una estructura partidaria territorial a la que hay que dar satisfacciones morales y también “efectividades conducentes”.
La candidatura de ella
La decisión de la Casa Rosada de no desdoblar el comicio bonaerense, interpretada a dúo con la gobernadora, despejó una de las incógnitas principales de cara al proceso electoral de octubre. Todavía faltan semanas para que se resuelva otra (u otras) de no menor importancia: la participación o no de la señora de Kirchner en la elección y, eventualmente, la categoría en la que ella pueda inscribir una candidatura (¿a presidente, a gobernadora de Buenos Aires?).Si ella no se presentara (incluso si decidiera hacerlo sólo en el distrito bonaerense) se abrirían condiciones propicias para que se unifique en las urnas el electorado peronista en torno a un candidato presidencial competitivo, que no tenga un techo tan bajo como el que la frena a ella. Por cierto, ese no sería el escenario deseado del oficialismo, que trabaja para enfrentar a un peronismo dividido.
La división estaría garantizada si la señora de Kirchner optara por postularse a la presidencia (una chance que muchos observadores consideran segura pero que ella está sopesando y conversando con asesores e interlocutores de otras corrientes). Si así fuera, el peronismo alternativo presentaría su propio candidato, probablemente en convergencia con otros sectores de la oposición. Mañana, en Mar del Plata, el peronismo no kirchnerista analizará el escenario y las posibles variantes que se presentarán hasta que las fuerzas deban formalizar precandidaturas ante la Justicia Electoral. Por el momento en ese espacio corren tres precandidatos (Sergio Massa, Juan Manuel Urtubey, Miguel Pichetto) que, en principio, actúan con la perspectiva de competir entre ellos en las primarias de agosto.
¿Y qué pasa con Lavagna? El ex ministro no es precandidato para ninguna interna, pero su nombre sigue estando en los cálculos del peronismo y de otras fuerzas de la oposición. Y seguramente se volvería indispensable si la señora de Kirchner terminara decidiendo correr para la presidencia. El nombre de Lavagna aparece hasta ahora como el único en condiciones de desafiar competitivamente la estrategia de la polarización y sus candidatos (Macri y CFK).
En cualquier caso conviene no anticiparse en vaticinar escenarios (para no hablar de resultados). Falta descifrar inclusive otra incógnita decisiva: ¿cómo llegará la economía a los meses definitorios (desde la inscripción de alianzas y candidaturas hasta el instante mismo de las urnas)?
Hasta el comentarista amigo del oficialismo admite que “si nos remitiéramos a los números fríos, podríamos concluir que lo más lógico sería que (Macri) fuera derrocado”. Por eso el esfuerzo de la Casa Rosada se centra en cambiar la conversación, repicar en la crisis venezolana, trabajar los temas de seguridad en los que se siente relativamente seguro y, sobre todo, explotar hasta el agotamiento la polarización y la comparación con el gobierno que terminó hace tres años. Pese a esos esfuerzos, la economía se resiste a salir del centro de la agenda. Como acuñó oportunamente Bill Clinton, hoy también habría que reiterar la frase: “Es la economía, papanatas”.