
Por cierto, las hay: por caso, la nueva administración brasilera es partidaria de abrir las fronteras (propias y del Mercosur) al comercio y la inversión externa, desmantelando el cerrado proteccionismo que impera en el bloque; Macri, que durante tres años sacrificó sus deseos en ese sentido en nombre del gradualismo, está dispuesto ahora a aprovechar el envión del gran socio comercial. Espera asimismo que las reformas que Bolsonaro impulsa (previsional, laboral) funcionen como activadoras de una política análoga en Argentina. Claro que es distinto el vigor de un gobierno cuando recién empieza que cuando está en su fase final.
La dama de hierro de Macri
En clave que no excluye las necesidades electorales, el gobierno argentino ha decidido convertir los temas de seguridad en uno de los ejes de su acción y de su campaña. Patricia Bullrich se ha convertido en la abanderada de esa línea en el gobierno de Macri y aprovechó la visita a Brasilia para destacar que, aunque se suele pintar a Bolsonaro como sinónimo de empeño en la lucha contra el delito, el gobierno de Macri tiene algunos avances para exhibir.Sacando pecho, la ministra invitó a su colega brasilero, el ex juez Sergio Moro (que también controla allá la cartera de Justicia), a visitar “las zonas donde hemos entrado con fuerzas de seguridad y presencia del Estado”. Exhibirse con Moro en esos lugares del país (¿cuáles son?) producirá buenas photo opportunities, un aporte extra a la publicidad del oficialismo (y quizás un espaldarazo a la ambición de la ministra de convertirse en candidata a la vicepresidencia). Con intención, en Brasilia bautizaron a la titular de seguridad como “la dama de hierro” de Macri. Tanto protagonismo de Bullrich genera celos en el seno de la coalición oficialista: la candidatura vicepresidencial tiene varios pretendientes.
Brasil, Argentina y el crecimiento
Bolsonaro visitará Argentina en abril. Para entonces ya empezarán a verse algunos frutos de la política que impulsa en su país. Suele afirmarse algo cierto: cuando Brasil crece, Argentina se beneficia (dicen que por cada punto de aumento en Brasil, se experimenta un cuarto de punto de incremento en Argentina). El embajador argentino en Brasilia, Carlos Magariños, advirtió, sin embargo, que ese resultado no es automático: “Brasil incrementó por tres sus ventas a la Argentina, nosotros no, porque vendemos siempre lo mismo. Hace por lo menos una década y medio que nuestra oferta exportable no se amplía”. Moraleja: para que el probable mejoramiento de Brasil con su nuevo gobierno funcione como palanca para que Argentina salga de su retracción hay que hacer los deberes en el país.Una reconfiguración del Mercosur (y de las principales economías que lo integran) que facilite la integración de sus producciones a las grandes cadenas globales de creación de valor es un rumbo razonable. Requiere decisión, capacidad política e inteligencia.
Bolsonaro empieza su periplo; Macri ya está en el último tramo de su período de gobierno, razón por la cual parte de su energía y atención fluye en dirección a las necesidades electorales: este año aspira a obtener una segunda oportunidad.
Se sabe que la economía es la principal piedra en el zapato oficialista. El Indec acaba de informar que 2018 alcanzó una inflación récord, superior al 47 por ciento. El desempleo y la pobreza se han incrementado. La caída del salario y, en general, de los ingresos de la población se suma, en el balance del año, a la pérdida de valor de las empresas, a las graves dificultades de las pymes, la depresión del consumo: menos regalos de navidad, menos restaurantes; en Mar del Plata los espectáculos están vendiendo un 40 por ciento menos de entradas que el año anterior.
Brújulas alucinadas
Esas fotografías no abaten el optimismo de la Casa Rosada. El jefe de gabinete, Marcos Peña, procura transmitir entusiasmo a los cuadros de su fuerza y les asegura que la economía ya está remontando, que habrá reactivación a mediados de año y que se llegará a las urnas de octubre con un ánimo público tan distinto al actual, que Macri probablemente se impondrá en primera vuelta. No deja de ser aventurado el augurio en una época en la que hasta el Polo Norte enloquece las brújulas, se mueve 50 kilómetros por año y desconcierta a los navegantes. Pero Peña es un especialista en pronosticar segundos semestres.Por ahora el horizonte electoral nacional no ha cambiado demasiado: polarización entre dos candidaturas de un tercio cada una (Macri- CFK) y un gran “tercer tercio” de ni-ni, que puede compartir aspectos de una u otra gestión, pero que rechaza la repetición de cualquiera de ellas y parece esperar una alternativa.
Si hay alguna novedad, esta parece insinuarse, justamente en ese campo de alternativa potencial: allí ha empezado a corporizarse la posibilidad de una candidatura presidencial que -a diferencia de todas las que hasta el momento están en rodaje- goza en las encuestas de imagen de un saldo positivo (más opiniones a favor que en contra). Se trata de Roberto Lavagna.
De la polarización al truco gallo
Una semana atrás, en Cariló, donde pasa sus vacaciones, Lavagna recibió al gobernador de Santa Fe, el socialista Miguel Lifschitz, quien considera que Lavagna puede ser el “candidato de consenso” que exprese un espacio alternativo plural, que abarque al peronismo y tambén a otras fuerzas y a ciudadanos independientes.Pocos días después, en el mismo escenario, el visitante fue Miguel Pichetto quien, aunque recorre el país como precandidato de la alternativa federal peronista, afirmó a la prensa que Lavagna “sería un gran candidato”. El jueves por la noche, no en Cariló esta vez, sino en su domicilio porteño del barrio de Saavedra, Lavagna recibió a Sergio Massa. El economista no ha dicho públicamente que vaya a presentarse, pero evidentemente deja hacer. Se va configurando un espacio.
En junio de 2018, cuando los pañuelos verdes y los pañuelos celestes ocupaban la atención pública y todavía se aguardaba con esperanzas el mundial de fútbol, esta columna había advertido sobre la lógica de esa operación política. Se afirmaba allí: “El exitoso ex ministro de Economía luce atractivo cuando la situación económica aparece como preocupación básica de la población mientras el gobierno anuncia objetivos pero no avanza. Pichetto, por su parte, se ha ganado un espacio como dirigente político equilibrado y con sentido de las obligaciones de Estado. Ligado Lavagna al Frente Renovador y Pichetto al peronismo de los gobernadores, articulan un binomio de convergencia, un buen punto de partida para un proyecto de unidad”. Y en aquel análisis se agregaba otro pliegue: “¿Aceptaría en esas condiciones Sergio Massa postergar sus aspiraciones presidenciales para competir por la provincia de Buenos Aires?” Una pregunta que hoy habría que poner en contexto con una frase que Massa suele repetir en los últimos tiempos: “Estoy dispuesto a dar un paso al frente, pero también un paso atrás o un paso al costado si eso favorece la creación de una alternativa a la polarización”.
El complejo tejido de la convergencia alternativa tiene muchos hilos: esa puede ser una dificultad pero también es una fortaleza. Permite varias combinaciones interesantes.
En principio, el oficialismo ha comenzado a preocuparse por la posibilidad de una candidatura de Lavagna. Algunos de sus voceros periodísticos olvidan por un momento las catilinarias anti-K para devaluar al ex ministro o hasta para, convertidos en árbitros de la moda, teorizar sobre el mejor modo de lucir sandalias.
Las cúpulas K también se inquietan y tratan de aportar a la erosión de la figura del economista (aunque de ese modo quizás consigan lo contrario).
Trabajar en el escenario de la polarización y en la táctica de poner cuñas en la estructura del peronismo federal le permitía hasta aquí al gobierno (y a la otra cara de la moneda, CFK) moverse en una zona de confort, que empieza a volverse pantanosa cuando surge una figura que mide bien (de hecho, Lavagna y María Eugenia Vidal, cabeza a cabeza, son los únicos personajes políticos con imagen neta positiva) y se empieza a configurar como tercera vía, una plausible amenaza de convergencia opositora.
Lo que se planificaba como una sencilla partida mano a mano, puede convertirse en un aciago truco de gallo.