
Desafiado por las derrotas electorales y, antes de ellas, por la larga hegemonía del dispositivo kirchnerista (y su paulatina decadencia), el peronismo enfrenta en estos tiempos un proceso de debate y búsqueda de nuevos horizontes con el objetivo de reconstruirse y volver al poder. Para algunos sectores la operación sólo requiere sumar, recolectar lo que está disperso y prepararse adecuadamente para votar en 2019.
Un representativo sector del peronismo acaba de reunirse en Gualeguaychú tomando como eje un posicionamiento distinto. El senador Miguel Pichetto, que se ha convertido en vocero y operador central de ese sector, ligado a los gobernadores, lo definió así: “Más que unidad lo importante es la identidad”.
Pichetto encabezó en la ciudad entrerriana un encuentro que agrupó a congresistas del peronismo federal, diputados del Frente Renovador de Sergio Massa y a algunos representantes del peronismo no K del interior. Es una primera o segunda puntada de la organización de un peronismo renovado que pueda ser alternativa a Cambiemos. Los gobernadores se reservan para los próximos capítulos; entretanto, en Gualeguaychú estuvieron presentes importantes cuadros de los mandatarios provinciales más significativos, como el senador Rodolfo Urtubey (hermano del gobernador salteño) o el cordobés Carlos Caserio (importante espada del tándem Juan Schiaretti-Juan Manuel De la Sota).
El documento que firmaron los reunidos en Gualeguaychú dibujó el perfil que el peronismo no kirchnerista trabaja para convertirse en alternativa: "Representamos a una fuerza constructiva y democrática, del centro nacional, que pueda convocar a otros sectores políticos. Con el objetivo de consolidar un capitalismo moderno que asegure el crecimiento sostenido con equidad regional y social".
Pichetto le agregó pimienta política al texto: "No hay ninguna posibilidad de hacer un frente electoral que contenga a Cristina Fernández -declaró- ni tampoco hay espacio para hacer alianzas con fuerzas de izquierda porque esto está pensado como una propuesta electoral de centro, federal y democrática".
Si esas aclaraciones del senador ponen en claro qué fronteras no quieren franquear los peronistas federales, el contenido central del debate en curso se refiere a lo que Pichetto caracterizó como “la identidad”.
Después de la anestesia K
Se trata de una búsqueda que va más allá de las invocaciones al General y a Eva y de la celebración de fechas y textos comunes a todos los peronistas, una profundización referida a la acción política, un debate que supone la comprensión de los rasgos de la época actual, el análisis de las expectativas de la opinión pública y la definición de las tareas centrales a encarar en ese contexto.La década kirchnerista anestesió al peronismo en muchos aspectos, uno de sus rasgos fue la combinación de usufructo de los precios internacionales de la soja y su retórica aislacionista que predicaba “vivir con lo nuestro”. la buena noticia de que el país es una potencia agroalimentaria fue largamente juzgada (y no sólo por el ideologismo oficialista) como una suerte de maldición; la soja fue reputada de yuyo que condenaba a la Argentina a la “reprimarización” económica y no como una ventaja competitiva que abría la puerta a ulteriores pasos productivos y de agregado de valor. Tal postura no impidió (más bien estimuló) el usufructo rentístico de esa ventaja, la confiscación parcial de sus beneficios por la caja central, manejada férreamente por el círculo K, y la derivación de buena parte de esos recursos por canales parasitarios e ineficientes, cuando no corruptos. Sobre ese uso rentístico se asentó –hasta que terminó claramente desquiciado- el llamado “modelo” kirchnerista. El fracaso de ese modelo, se resumió en dos derrotas electorales sucesivas.
Restablecer la potencia política del peronismo, como se proponen los reunidos en Gualeguaychú, requiere de mirar hacia adelante, ejercer la autocrítica y desprenderse de la nostalgia. La realidad actual no es, ciertamente, la de los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, ni la de los 70 o los 90. Tampoco es la que le tocó afrontar a los peronistas que vinieron tras la crisis de la alianza ni la que presenció el dominio K. La pelea por la identidad requiere superar anacronismos, clichés y prejuicios que ya eran obsoletos décadas atrás. La demanda de pensar y proyectar una estrategia está más vigente que nunca para el peronismo.
Los clichés anacrónicos impiden actuar sobre la realidad, se inspiran en ideas y actitudes autárquicas y estatistas labradas en la primera mitad del siglo XX, coloreadas con retazos de sucesivas modas culturales, desde la admiración por un pensamiento tercermundista del que muchos de sus estados sostenedores han desertado o el ecologismo trivial, un combo “políticamente correcto” que opera como sucedáneo del pensamiento.
Actualización doctrinaria
Parece evidente que, en tiempos de una sociedad mundial globalizada por impulso de la revolución tecnológica, de una economía internacional en la que la integración económica planetaria se ha vuelto determinante determinante, en que la China del socialismo de mercado es segunda potencia y corresponsable del poder mundial, pensar el país requiere hacerlo con instrumentos distintos a los que se empleaba cuando Argentina se consideraba una perla excéntrica del Imperio británico, o cuando despuntaba la industrialización sustitutiva o cuando Raúl Prebisch creía que el deterioro de los términos del intercambio era una regla eterna.Si la reivindicación de la justicia social es un componente central de la identidad que el peronismo de Gualeguaychú persigue, es ineludible comprender que aquellas ideas ya obsoletas no han contribuido precisamente a conseguirla. La persistencia de un modelo económico autárquico es un determinante principal de la marginalidad y la pobreza de los grandes conurbanos, porque es un modelo que no ofrece oportunidades productivas ni sociales sustentables. Una Argentina amurallada no puede combatir eficazmente la pobreza.
No hay forma eficiente de sostener en la realidad un proyecto de justicia social como el que el peronismo proclama sin encarar el desarrollo económico sustentable del país en las condiciones de la globalización. Es decir, sin avanzar hacia una economía integrada al mundo e internacionalmente competitiva. Basta observar el ejemplo de los países emergentes que crecen (China en primer lugar).
El pronóstico que aseguraba que los países periféricos serían víctimas de la globalización, y que ésta sólo beneficiaría a los países centrales no parece haber acertado. Hoy es en Estados Unidos y Europa donde se quejan ácidamente porque con la globalización la ocupación y los salarios se encogen dentro de sus propias fronteras mientras crecen en los países emergentes que participan activamente de la economía mundial, de su comercio y su flujo de inversiones. Montado precisamente sobre esa prédica antiglobalizadora llegó Donald Trump a la Casa Blanca y hoy florecen en el Viejo Continente distintas versiones de lo que suele simplificarse con el mote de populismo.
La globalización no resultó, entonces, lo que imaginaban el aislacionismo y la paleoizquierda. Tampoco es una panacea, como postula la ideología del globalismo. Es, lisa y llanamente, una realidad: el mar en el que es necesario navegar.
Para hacerlo no es conveniente tampoco embarcarse en aperturismos ingenuos o firmar al pie de fórmulas envasadas por otros. Los países que avanzan lo hacen con su propio carácter, sin renunciar a la fuerza y los instrumentos de sus Estados.Apertura, integración, cooperación y fuerza propia.
En busca de la actualización que reclama el peronismo de Gualeguaychú, éste puede inspirarse en el propio Perón que advertía, medio siglo atrás: “El mundo, y sobre todo los grandes países, están pensando en que esta evolución que nosotros estamos presenciando va a desembocar en una organización universalista (...) Es así que nosotros debemos comenzar a pensar, también, que ese universalismo ha de ser organizado por alguien y que si nosotros no nos ponemos también a intervenir en la organización de ese universalismo todos nuestros años de lucha por liberarnos serán inútiles porque si los imperialismos actuales imponen el ritmo de esa universalización, lo harán en su provecho, no en el nuestro”.
Aquel realismo de Perón que observaba la inevitabilidad de la globalización (universalismo) y que llamaba no a rechazarla, sino a intervenir activamente en ella (para no ser mero objeto de ella) puede ser una base razonable para la actualización de la identidad de ese peronismo que no quiere ser oposición al sistema sino parte de un sistema moderno e integrado a este mundo, ese peronismo que hoy se encuentra en la oposición pero que, naturalmente, quiere volver a ejercer el gobierno nacional. Ese peronismo para el que oposición no es lo contrario de cooperación, sino la competencia para ofrecer alternativas más eficaces y abarcativas.
Pregunta para otro capítulo: ¿qué peronismo prefiere tener enfrente el gobierno de Mauricio Macri: uno que reivindique esa actualización y compita por la combinación de economía integrada al mundo más justicia social o el partidario del modelo amurallado que Cambiemos derrotó en las dos últimas elecciones?