Renuncia de Abad, round para Moyano

  • La comunicación del gobierno ha conseguido que el Presidente llegara a la asamblea legislativa con un paisaje relativamente confortable, del que fueron prolijamente podados los temas de agenda que apenas una semana antes expusieron en la calle los camioneros y las organizaciones sociales.
  • Panorama semanal

Los hechos suelen gambetear esquemas y relatos. La renuncia a la conducción de la AFIP de un funcionario del relieve de Alberto Abad produjo una incómoda disonancia en la cuidada armonía del discurso con el que, apenas unas horas antes, el Presidente había abierto el 1 de marzo las sesiones del Congreso.


El fin de la armonía

Los dispositivos de comunicación del gobierno, trabajando a destajo, consiguieron que el Presidente llegara ese jueves a la Asamblea Legislativa en un paisaje relativamente confortable, del que fueron prolijamente podados los temas de agenda que apenas una semana antes expusieron en la calle los camioneros y las organizaciones sociales.

Las tácticas informativas diversionistas son viejas pero no han perdido eficacia. Más de medio siglo atrás, en los tiempos en que Arturo Frondizi soportaba dificultades políticas, los medios amigos de su gobierno difundían noticias sobre misteriosos submarinos en aguas argentinas y daban espacio a múltiples notas que, especulando sobre la identidad y objetivos de esas naves, suscitaban un giro temporario en los intereses del público. Historias de ovnis y de tiburones cumplieron el mismo papel en otros momentos.

Con las encuestas revelando en cifras que las expectativas sociales han decaído (y con ellas la imagen del gobierno y la del Presidente) y los cantitos de las canchas ilustrando ese fenómeno con brocha gorda, el gobierno viene lanzando al ruedo temas con los que explora una suerte de populismo de la opinión pública: lo hizo con el caso Chocobar reivindicando a su manera la mano dura en cuestiones de seguridad al desafiar un fallo judicial y consagrar como modelo de conducta la muerte por la espalda de un fugitivo; procuró asimismo expresar cierto humor social antiinmigratorio al vocear en términos conflictivos una disputa menor con el estado boliviano alrededor de gastos médicos producidos en hospitales argentinos por visitantes de aquel origen.

Con el espaldarazo dado al tema desde la Casa Rosada, algún diputado de Cambiemos presentó un precipitado proyecto de ley para prohibir la educación y la salud gratis a los extranjeros. En cualquier caso, el gobierno de Cambiemos regó (por motivos circunstanciales de marketing político) la plantita de la desconfianza y la intolerancia frente a los inmigrantes (ciertos inmigrantes, específicamente), una especie que crece y parece dar réditos electorales en Europa y Estados Unidos. El uso de estas cuestiones suscitó reacciones de líderes radicales: "No caigamos en la xenofobia", reclamó el diputado Mario Negri, jefe del bloque de diputados.

La puerta de atrás

La renuncia de Alberto Abad, sin embargo reintrodujo el tema Moyano por la retaguardia. Si la difusión paraoficial venía sugiriendo que el jefe camionero protestaba y movilizaba “para defender una empresa con la que está comprometido” (en referencia al correo privado OCA, amenazado de quiebra y con una antigua y enorme deuda fiscal que la AFIP se negaba a rever), habrá que inferir que el alejamiento de Abad es un signo de que Moyano ganó este round: contra la firme intransigencia del funcionario (y al costo de empujarlo a dimitir), la Casa Rosada habría decidido abrir una vía negociadora para facilitar un arreglo con OCA.

Como el caso OCA es análogo al que presenta la petrolera de Cristóbal López, es probable que éste se beneficie cuando se concrete un nuevo criterio. Pero Abad mantiene su cargo hasta el fin de marzo para facilitar el proceso de cambio de mando en el ente recaudador, por lo cual los virajes en estos casos emblemáticos deberán posponerse unas semanas.

Otros ruidos, otros ámbitos

Otros ruidos perjudican la melodía que interpreta el gobierno. El radicalismo atraviesa una etapa de reposicionamiento en la alianza parlamentaria oficialista. Ya no son sólo algunas figuras aisladas (Ricardo Alfonsín, Federico Storani) los que se quejan de cierto destrato de la Casa Rosada. A ellos hay que agregar al Comité porteño de la UCR, que no pudo en su momento conseguir una primaria de Cambiemos que incluyera a su candidato, Martín Lousteau, y que viene insistiendo para que eso se produzca a la hora de elegir al próximo postulante de la coalición a la intendencia porteña. Negri, el jefe del bloque de Diputados, se entiende mejor con sus interlocutores legislativos que con muchas de las iniciativas del Ejecutivo (aunque las defienda con la disciplina de un cuadro político).

Los radicales le dieron una semana atrás un atril y un micrófono partidario a Alfonso Prat Gay para que, hablando de la situación económica, criticara a la conducción actual y testimoniara que “vuelve a estar en duda la gobernabilidad”. El gobernador mendocino, Alfredo Cornejo, presidente de la UCR, lo quiere a Prat Gay como candidato del partido a la gobernación de Tucumán (una postura que comparte Enrique Nosiglia, principal figura del radicalismo de la Capital).

“No me mientan”

El gobierno produce y difunde mensajes de orden, optimismo y entusiasmo. Pero no necesariamente los consume. Cuando el Presidente y su jefe de gabinete hablaron a su gran legión de cuadros de gobierno el viernes, en el Centro Cultural Kirchner (“CCK”, resume pudorosamente la información oficial), transmitieron implícitamente varias inquietudes.

Macri reclamó a sus hombres que “no les mientan a otros ministros ni me mientan a mí” y los exhortó a que “defiendan al equipo (…) no caigamos en la trampa de querer salir a empatizar con alguien de afuera. Eso para mí es imperdonable”. Algunos tonos del pedido suenan a “patriotismo partidario” (o de gobierno), a blindaje defensivo.

Las palabras de Marcos Peña permitieron entrever situaciones de internismo: "Banquemos las decisiones y al equipo, porque confiamos en la buena fe. Cuidémonos todos (…) Estamos en un año no electoral pero cuidemos la unidad de Cambiemos, no adelantemos los tiempos. Hay una tendencia genética a la fragmentación y al mesianismo de las individualidades”.

El “banquemos” tenía referencias cercanas. Ese mismo día Peña había salido a “rebancar” al ministro de Finanzas, Luis Caputo, investigado por vínculos con fondos financieros de paraísos fiscales y había hecho lo propio con el jefe de la ex SIDE, Gustavo Arribas, a quien la Policía Federal de Brasil insistió en vincular con lavado de dinero por una cifra de 850.000 dólares.

Igual que en el caso del recientemente renunciado subsecretario general de la Presidencia, Díaz Gilligan, Arribas estuvo dedicado privadamente al negocio de las transferencias de jugadores de fútbol, una actividad que mueve sumas cuantiosas (y no siempre por canales transparentes).

Está menos claro a quién dirige sus advertencias Peña cuando recuerda que “este no es un año electoral, no adelantemos los tiempos” y alude al “mesianismo de las individualidades”. ¿Pensaba acaso en Prat Gay y sus deseos de gobernar Tucumán? ¿O se refería a alguna figura de su propio partido, orientada a algún cargo electoral más prominente?

Esa atmósfera de inquietud, de temor por la “pérdida del espíritu de equipo”, de blindaje defensivo, de control de las ambiciones contradice el optimismo del discurso. Y da pábulo a rumores (por ejemplo: que Macri no intentaría la reelección, aunque no dejaría de sugerir lo contrario para evitar no sólo un debilitamiento prematuro sino una carrera interna prematura por la sucesión, seguramente entre Peña, Rodríguez Larreta y la gobernadora María Eugenia Vidal). Habrá que anotar eso entre los pecados de comunicación que, pese al enorme esfuerzo que despliega, se le asignan a la comunicación del gobierno. Son gajes del oficio.

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