
Las encuestas son eficaces instrumentos de aproximación a algunos costados de la realidad. Pero ésta no se agota en ellas. Las encuestas son como redes para cazar mariposas: en su propia estructura determinan lo que capturan y lo que dejan ir (todo depende del tamaño de cada espacio hueco). Conviene ir un poco más allá de la instantánea, trabajar sobre lo que queda en la red y también sobre lo que se evadió. Los analistas de opinión pública a menudo lo hacen, con herramientas diversas y de otra precisión y alcance.
De esa investigación refinada emergen, por caso, palabras no registradas en las encuestas pero reiteradas y reveladoras, que probablemente motorizan las preocupaciones verbalizadas, admitidas explícitamente o sugeridas por los cuestionarios.
Aparecen con frecuencia, por ejemplo, palabras como “desorden”, “violencia”, “decepción”, “incertidumbre”.
Con Néstor era otra cosa
Once años atrás, el gobierno de Néstor Kirchner empezaba a construir poder tras una magra performance electoral que le deparó un segundo puesto en la primera vuelta con un caudal de 22 por ciento de los votos. Aunque, tras el caos que acompañó el final y despedida del gobierno de la Alianza, el esfuerzo más duro de reordenamiento le había tocado a la gestión transitoria de Eduardo Duhalde, la figura de Kirchner quedó ligada a una recuperación de la autoridad del Estado y a una cierta previsibilidad, un cierto orden y una bonanza de la economía, facilitados por la gestión del ministro Roberto Lavagna así como por un viento de cola global que se traducía en precios inéditos para las exportaciones agroalimentarias.Esa primera etapa del largo período K estaba asociada a mayor orden, más autoridad estatal, más plata en el bolsillo. Retrospectivamente, parece claro que se trataba de una estrategia difícilmente sustentable en el tiempo y llamada a entrar en crisis, pero no puede negarse que tuvo éxito en el corto plazo, tiempo suficiente para que el kirchnerismo atornillara el dispositivo político de su poder: polarización de la sociedad, continuismo conyugal, tajante centralización de los recursos y la toma de decisiones, transformación del Estado en partido de gobierno, construcción de un sistema prebendario de negocios que quedaría bautizado como “capitalismo de amigos” .
Hacia el año 2008, cuando se desata el conflicto con el campo, los aspectos virtuosos de la primera etapa K ya estaban agotados y sólo iba quedando el aparato de poder. La gestión de Cristina Kirchner, particularmente tras la muerte de su esposo, terminó de desbarrancar las cosas. Del orden y recuperación de la autoridad atribuidos a la “etapa Néstor”, se ha pasado a un estallido de la inseguridad condimentado por huelgas policiales, jubileo del delito y florecimiento del narcotráfico. La disciplina económica se desbarrancó: el gasto público se descontrola, la inversión se paraliza, la producción cae (véanse: industria automotriz, más de 20 por ciento abajo; construcción, 6 por ciento), el empleo privado se contrae, los precios suben. La pobreza se extiende. El Estado no parece en condiciones de ofrecer ni seguridad, ni reglas de juego, ni educación, ni perspectivas (el 50 por ciento de los trabajadores en blanco están por debajo de la línea de pobreza). La violencia impregna la vida social. Se comprenden mejor las palabras que, aunque no quedan en los formularios de los encuestadores, los habitan fantasmáticamente.
¿Volver a la colimba?
La propuesta de restablecer un servicio militar que acoja a los jóvenes que no estudian ni trabajan (ni/ni) parece gatillada por ese contexto. Umberto Eco dice que “toda cuestión compleja tiene una solución simple… que es falsa”. La moción –el último en elucubrarla ha sido el ex intendente ultakirchnerista de José C. Paz, Mario Alberto Ishii- no debería, sin embargo, ser livianamente desestimada. Tal vez lo que inclina a una respuesta rápida y descalificatoria es el hecho de haber tomado como parangón el servicio militar obligatorio que, cuando fue eliminado bajo la presidencia de Carlos Menem, ya hacía tiempo que había dejado de ser útil, tanto para el objetivo de defensa nacional como para una mejor integración social de los conscriptos. Lo que no puede dejar de admitirse es que intenta ofrecer una receta particular a un mal particular.El problema al que apunta la propuesta requiere seguramente mayor elaboración y un análisis específico de las cuestiones a resolver. Entre ellas están los factores educativos y los que hacen a la formación para el trabajo y la producción. También están, y en primera fila, los relacionados con la disciplina, la comprensión y el cumplimiento de consignas; la integración social y la capacidad de ejercer funciones y roles en grupos. Algunos de estos últimos temas pueden sugerir una cierta cuota de componente militar en el conjunto, pero sería desaconsejable que ese rasgo se torne dominante. Un proyecto de esta naturaleza, con el Estado agrupando, disciplinando, educando y formando productivamente parece más bien un asunto interministerial (es decir, de responsabilidad conjunta de varias carteras y tutelado por un Consejo no gubernamental con participación de sectores productivos y laborales); habría que analizar jurídica y políticamente cuán coactivamente se puede aplicar y seguramente puede sobreponerse al subsidio recientemente creado para jóvenes ni-ni, estableciendo un sistema controlado de contraprestaciones.
Petróleo: debate y consenso
En cualquier caso, el período electoral hacia el cual la Argentina ya se desliza debería servir para debatir puntos de un nuevo consenso, llamado a dar respuesta a aquellos desasosiegos de la sociedad que están detrás de la escena que en primera instancia miden las encuestas.En estas semanas se libra, en la práctica, un debate llamado a tener consecuencias. El gobierno de Neuquén (su titular, Jorge Sapag, hijo de uno de los fundadores de la dinastía que gobierna la provincia o influye decisivamente desde hace más de medio siglo y buen aliado del gobierno K) prepara una reforma de la ley provincial de hidrocaburos ampliando las atribuciones de la empresa Gas & Petróleo de Neuquén, propiedad de la provincia. El presidente de G&P viajó a Estados Unidos a interesar a grandes empresas del sector (Exxon, Shell, Chevron, entre otros) en asociarse con G&P para explotar yacimientos en Vaca Muerta. Ante ese panorama, la conducción de Yacimientos Petrolíferos Fiscales cuestiona la capacidad de la provincia para hacer esos ofrecimientos, que quiere exclusivos para la empresa de propiedad del estado central. Galuccio embiste, objetivamente, contra atribuciones que las provincias petroleras consideran propias, a partir de que la reforma constitucional de1994 dejó en sus manos el control de los recursos naturales.
Lo interesante de este debate centralismo-federalismo es, si bien se mira, que ambas pates están de acuerdo en un punto: la necesidad de convocar con amplitud a la inversión privada extranjera para desarollar mejor los recursos que el país tiene. En la cuestión petrolera hay un debate, pero también se observa un consenso importante.
Sobre el eje petrolero hay otras disputas, menores pero intensas. Una notoria campaña de lobby procura que los candidatos presidenciales de las distintas fuerzas garanticen la continuidad de Galuccio al fente de YPF cuando el kirchnerismo se haya eclipsado formalmente. Otra campaña, no menos intensa, golpea a Galuccio, revelando las operaciones continuistas y subrayando que el CEO de YPF no ha conseguido hasta ahora cumplir con sus compromisos públicos en materia de abastecimiento energético. Es evidente que algo importante se mueve en el campo del petróleo argentino y ya se lucha por posicionarse en el previsible boom.
Aproximaciones
Mirando a ese futuro cercano, las fuerzas políticas adelantan el paso. En la Capital empiezan a florecer precandidaturas a la jefatura de gobierno que dejará Mauricio Macri. Desde el Frente Amplio- UNEN ya se visualizan tres (el socialista Roy Cortina, el economista Alfonso Prat Gay y también su colega y ex ministro Martín Lousteau. El Pro tiene varios postulantes que todavía no se tiran a la pileta (Horacio Rodríguez Larreta, Diego Santilli, Gabriela Michetti y Christian Ritondo). Y el Frente Renovador mantiene conversaciones discretas y espera, paciente, los movimientos de las otras fuerzas antes de mostrar sus cartas porteñas.En la pelea nacional, esta semana las miradas estarán puestas en el Partido Justicialista, que el viernes reúne su Congreso. Aunque hay varios ilusionados con pelear por la candidatura del PJ (Florencio Randazzo, Julián Domínguez, Sergio Uribarri, Juan Manuel Urtubey) el que puntea tranquilo es Daniel Scioli. Esta semana, la Asamblea Legislativa mendocina, al inaugurarse las sesiones, se pintó literalmente de naranja con numerosos carteles que proclamaban “Scioli 2015”. El homenaje fue más notable, si se quiere, por el hecho de que no había siquiera un cartel que evocara a la señora de Kirchner.
Aunque Scioli mantiene cordial relación con el gobernador mendocino, Francisco Paco Pérez, la demostración naranja fue organizada por el vicegobernador provincial, Carlos Ciurca, hombre de mucho peso político territorial.
Scioli, entretanto, estaba en otra provincia. En Corrientes, después de entrevistarse con el gobernador Ricardo Colombi, dijo que “hay que sintonizar con las nuevas demandas de la sociedad” porque es imprescindible "la reconstitución de los lazos de confianza".
El gobernador, que consume encuestas propias y ajenas, tuvo esta semana una que lo alegró: por primera vez en varios meses un estudio de Julio Aurelio le otorgaba la punta (por poca distancia) en la puja con Sergio Massa. Las encuestas que prepara Hugo Haime para el jefe de los renovadores, en cambio, mantienen arriba a Massa por varios puntos. En uno y otro caso el tercero es Macri. Otro caso de puja y consenso: aunque sólo uno de este trío podrá ser presidente, los tres tienen en común rasgos que los diferencian nítidamente del confrontacionismo que prevaleció en “la década ganada”.
Los tres saben, además, que las encuestas son sólo una aproximación a la realidad.