De primarias y relatos

  • El autor efectúa un prolijo análisis del clima preelectoral que se vive en la Argentina, a pocas horas de que se celebren las elecciones primarias obligatorias. Se refiere a las tensiones entre el kirchnerismo en declive y la potencia emergente de Cambiemos y efectúa finalmente un repaso sobre la idea de populismo.
  • Panorama semanal

Llegó, finalmente, la hora de las PASO. Quizás hoy por la tarde se pueda reiterar este párrafo: “Apenas el reloj marcó las 18 del domingo, cuando teóricamente ya estaban cerradas las urnas de las Primarias, el oficialismo salió a sostener su relato postelectoral: Amplia ventaja del gobierno a nivel nacional”.


Esas líneas son una reproducción textual de las que publicó esta columna cuatro años atrás, el 8 de agosto de 2013. Aquel párrafo concluía citando el mensaje que a las 6 de la tarde del domingo electoral twiteó Luis D’Elía: “El kirchnerismo primera fuerza en todo el país. Amplísima victoria”.

El acento en el triunfo nacional del Frente para la Victoria en aquellas primarias de 2013 pretendía disimular el hecho más significativo de ese comicio: el Frente Renovador de Sergio Massa había derrotado al kirchnerismo en la Provincia de Buenos Aires por 5 puntos de diferencia (35 a 30 por ciento) y comenzaba así a consumar lo que concluiría en la elección de octubre; quedaba desarticulado el proyecto de re-reelección presidencial que Diana Conti había bautizado como “Cristina Eterna”.

Hay que subrayar que no era mentira lo que aducía la propaganda kirchnerista de entonces: el Frente para la Victoria (convertido en partido del Estado) tenía una sigla unificadora en todo el país y sus votos aparecían sumados en las pizarras de resultados nacionales; sus oponentes, en cambio, estaban nacionalmente atomizados bajo denominaciones diferentes. El FPV sumaba claramente más que cualquiera. Sin embargo no era ese el dato más relevante de la elección, sino el resultado bonaerense y, con él, la caída del sueño continuista K.

Matriz interpretativa

¿Empleará hoy el gobierno la misma matriz interpretativa que el kirchnerismo de 2013? Si los resultados bonaerenses son frustrantes para Cambiemos, es probable que se reitere la tentación de iluminar el bosque para disimular el árbol más destacado. Como el FPV de entonces, Cambiemos hoy tiene un sello en condiciones de sumar sus votos nacionalmente (irónicamente, una excepción es la ciudad de Buenos Aires, donde la coalición emplea el nombre de Vamos Juntos porque dejó afuera a la UCR porteña y a su candidato, Martín Lousteau). En cambio, las otras fuerzas van desparramadas bajo diferentes denominaciones.

Algo de frustración oficialista puede haber si se cumplen los vaticinios de la mayoría de las encuestas, que imaginan a la señora de Kirchner como la triunfadora bonaerense de estas PASO. El gobierno, aunque esgrime datos diferentes no se anima a refutar con firmeza esos pronósticos y, en el mejor de los casos, habla de “empate técnico”. Podría recordar, sin embargo, que las encuestas no son precisamente infalibles. Antes de las primarias de 2015 ninguna encuestadora le atribuyó a Cambiemos el porcentaje que finalmente obtuvo allí (más de 30 puntos, con 29 por ciento en la Provincia de Buenos Aires), sino entre 3 y 5 puntos menos.

Se verá esta noche qué mensaje dejan las PASO y cómo lo traducen las distintas fuerzas, tanto en su verbalización como en su estrategia hacia “la elección de verdad” de dentro de dos meses.

En términos cuantitativos, las pruebas electorales venideras (la de hoy y la de octubre) fueron agudamente descriptas, en tono de paradoja, por el politólogo e historiador Rosendo Fraga. En el escenario privilegiado de la Provincia de Buenos Aires, “dos tercios –dijo- votarán contra Cristina Kirchner, pero ella puede ganar; al mismo tiempo, dos tercios votarán candidatos de origen peronista, pero ella puede perder”.

En términos argentinos, los dos meses que separan ambos comicios constituyen un plazo considerable. Sería indispensable pensar más allá aun, más largo y más profundo.

Populismo y grieta

Un asunto que debe encararse es el cierre de la famosa grieta que vuelve a hacerse notar. “El papel de la política es suturar lo que la dinámica social agrieta y separa”, advierte en un trabajo reciente el sociólogo Juan Carlos Torre.

En ese sentido, conviene echar una mirada a un término que ha sonando como música de fondo de las próximas y las anteriores elecciones: “populismo”. En verdad, la palabra ha atravesado fronteras y es empleada aquí, allá y en todas partes y sirve, indistintamente, para esto y para lo otro.

“De una manera general, será difícil atribuir una definición al populismo, ya que se trata de un insulto, antes que de un sustantivo”, observa la académica francesa Chantal Delsol en su libro (breve, erudito, sustancioso) Populismo. Una defensa de lo indefendible, donde rastrea los orígenes de la grieta entre populismo y antipopulismo hasta el pensamiento de Aristóteles y Platón. “En el presente –apunta la pensadora francesa- se tiene la costumbre de designar con el término populistas a todo tipo de movimientos o partidos distintos, por el único motivo de que nos desagradan”.

En efecto, con la misma vara conceptual se pretende definir a Donald Trump y a Nicolás Maduro, al movimiento del cómico italiano Beppe Grillo y al Frente Nacional francés de Marine Le Pen, al peronismo de Perón, al Partido de los Trabajadores de Lula Da Silva, al izquierdismo griego de Syriza, a Hugo Chávez y a los Kirchner.

Diferencia y convivencia

La heterogeneidad de los fenómenos que se incluyen en el mismo casillero es sospechosa. Si se quiere, lo que tienen de común todos ellos es la cosmovisión de base que nutre a sus críticos. Por ese motivo, el libro de Chantal Delsol elige un camino astuto para comprender el populismo, que reside en analizar ese pensamiento común de sus cuestionadores. Encuentra esa raíz en una mirada elitista que modernamente reduce la Razón de la ilustración a “una dogmática universalista” convertida en pensamiento políticamente correcto. “Los discursos contemporáneos reprochan al pueblo de los populismos no querer lo único que cuenta: el progreso, el universalismo –señala-. El pueblo no elige El Bien, sino que pasa de una heteronomía a otra”. Desde esa decepción, esa manera de pensar se aproxima al abismo de la intolerancia: “El pueblo que no reconoce la visión específica del porvenir definido por las elites es un pueblo inepto para la ciudadanía (…) Si la democracia no estuviera hoy en día asentada, esa opinión dominante excluiría de buen grado a esos electores del rango de los ciudadanos, y en realidad no se priva de excluirlos simbólicamente (...) un paso más y no quedaría otro remedio que cambiar de pueblo”. Para Delsol, la profundización de esa tendencia “marca la transición de la república democrática a la república ideológica, de la política de la tolerancia a la política de la Verdad, del pluralismo al monismo”.

Por cierto, el trabajo de Delsol se inspira fundamentalmente en el análisis de situaciones europeas, pero sus conceptos iluminan también otros procesos y es posible mirar a través de ellos para comprender aspectos de la llamada grieta local, habitualmente atribuida en exclusividad a un solo sector.

Superar “la grieta” parece la tarea más importante que tendrá ante sí el sistema política (en primer lugar el gobierno) una vez ocurrida la elección de octubre. Si el macrismo se inspira, como proclama a veces, en el pensamiento de Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio, seguramente recordará que el movimiento de estos fue bautizado “de Integración y Desarrollo”, donde no casualmente la palabra integración aparecía en primer término.

El mércoles último, en la Bolsa de Comercio, en la ceremonia de entrega de premios a empresas y empresarios destacados del país, un público inquieto comentaba las últimas encuestas. Los empresarios premiados se mostraron optimistas de cara al futuro. El editor Jorge Fontevecchia recogió un aplauso unánime cuando subrayó que, cualquiera fuera el resultado electoral, el país no puede presentarse dividido ante el mundo y necesita convivir con sentido plural, debe superar la grieta descartando la fantasía de que un sector de la sociedad debe ser excluido.

Tal vez se esté gestando un tiempo para los acuerdos estratégicos y las políticas de Estado.

{articles tags="current" limit="3" ordering="random"}
  • {Antetitulo}
    {link}{title limit="58"}{/link}
    {created} - {cat_name} - {created_by_alias} {hits}
{/articles}