Cambios y repliegues en tiempos de río revuelto

  • El autor analiza los movimientos en las filas del peronismo, de cara a las próximas elecciones. En particular, el intento de acercamiento entre Cristina Kirchner y Florencio Randazzo, y la fragmentación del electorado en el distrito más importante del país.
  • Panorama semanal
Desde la noche del viernes 23 y durante buena parte del sábado 24 el suspenso que habitualmente precede el cierre de listas electorales se intensificó. La inesperada visita de Florencio Randazzo a la señora de Kirchner (que lo recibió en su domicilio de La Recoleta), sumó una nueva incógnita a la que ya agitaban los medios. A partir de ese encuentro la cuestión dejó de ser sólo si la expresidente sería candidata en octubre pues se agregó a eso el interrogante sobre Randazzo: ¿había decidido capitular ante su exempleadora sin disparar siquiera un discurso de campaña?

Jugando a las visitas

Si bien se mira, se trata de preguntas módicas, mínimas, ínfimas, pero son las más apasionantes que por ahora suscitan estas elecciones primarias (obligatorias y simultáneas) que han perdido la relevancia que se les sabía otorgar. Hoy ellas no definen prácticamente nada, por eso la intriga se desplaza a las maniobras, cabildeos, negociaciones y agachadas que constituyen el escenario real de la conformación de las listas.

Dado que esa intriga está aún en curso cuando se escribe esta nota, no tiene sentido entrar en detalles que se confirmarán más tarde. ¿Será cierto que la señora de Kirchner siguió maltratando a Daniel Scioli hasta el punto de ofrecerle apenas una candidatura provincial? ¿Será cierto que Randazzo, pese a estar presionado por varios intendentes para levantar su candidatura (a la que ya veían sin perspectivas), alegó que no podía hacerlo en virtud de compromisos asumidos? ¿Para qué internarse en especulaciones cuando los hechos están por hablar y de ese modo responder objetivamente algunas preguntas y en todo caso sugerir otras? Después de esos hechos tal vez sea más fácil comprender el sentido de la visita de Randazzo a CFK: hasta ayer ese gesto sonaba contradictorio con su intención proclamada de enfrentarla e insinuaba una repliegue solo explicable por la frase con la que su jefe de campaña, Alberto Fernández, intentó ayer por Radio Mitre darle un sentido: “nosotros compartimos absolutamente el diagnóstico que Cristina tiene".

Es cierto que la aventura de la candidatura de Randazzo, además del cálculo autocomplaciente del exministro estuvo siempre motorizada por eso que Arturo Jauretche denominaba “batallón de empujadores”: algunos que esperaban salir de la intemperie y encontrar o reencontrar un espacio a su sombra, otros que veían en la cruzada randazzista la posibilidad de dividir un poco más al electorado peronista y por eso la estimularon. Los votos que Randazzo llegara a cosechar disminuirían, así fuera en unos pocos puntos, el caudal de otras expresiones políticas, tal vez lo suficiente como para impedirles alcanzar alguno de los dos puestos que permitirán asignar senadores en la elección bonaerense.

Una pelea por puntitos

Según los estudios más sutiles de opinión pública, el electorado de la provincia de Buenos Aires contiene alrededor de un 25 por ciento de personas que manifiestan simpatías por Cristina de Kirchner, otro tanto que ve con buenos ojos a Mauricio Macri y (un poco más) a María Eugenia Vidal y un amplio 50 por ciento que tiene objeciones sobre una y otra alternativa, conformando una ancha “avenida del medio” por el seno de la cual circulan Sergio Massa, Margarita Stolbizer con la incorporación, últimamente, de Randazzo.

Para esos analistas, ese cuadro configura un paisaje electoral potencial de tres tercios, antes que una polarización entre los dos cuartos (opuestos/complementarios) Kirchner-Macri. Si esto se confirmara el día del comicio, la adjudicación de los tres senadores por el distrito (dos para la fuerza más votada, uno para la que llegue segunda) dependería de diferencias muy estrechas. Un punto de votación en más o en menos podría determinar la presencia o la ausencia en el podio. En la carrera por las senadurías –y también en la competencia simbólica- el que sale tercero, pierde. En ese podio sólo caben dos fuerzas.

La ansiedad por conquistar esos puntitos decisivos es probablemente la mejor explicación tanto para ciertos estímulos externos que recibió Randazzo en la proyección de su candidatura, como para el cambio de estética que caracterizó el reciente acto de la señora de Kirchner en Sarandí. Incluso en decadencia, ella conserva fuerza electoral principalmente en el conurbano más pobre, pero necesita ampliar su alcance más allá del techo que por ahora le transmiten las encuestas. Veamos esta perspectiva.

La fábula del escorpión y la rana

Desde 2008, cuando lanzó su guerra al “campo”, el kirchnerismo tiene complicado el panorama electoral en las zonas más rurales de la provincia que, por otra parte, son las que han recibido estímulos económicos de la temprana gestión del gobierno de Cambiemos. La señora busca, entonces, abrir una ventana en otro sector que le fue remiso durante su gobierno: el de las clases medias urbanas. Calcula que esos puntitos que pueden evitarle un fatal tercer puesto (y, eventualmente, hasta garantizarle un triunfo) pueden provenir de los, sectores desplazados hacia los bordes inferiores de la clase media, víctimas del ajuste gradualista del gobierno de Macri que, por otra parte, no cuentan con la red de subsidios y ayudas que todavía morigeran la pobreza de los más vulnerables.

Despojarse de vínculos con el justicialismo forma parte de esa especulación. Víctima y cómplice de interpretaciones sociológicas anacrónicas, la señora de Kirchner estima que las restricciones que su gobierno encontró en las clases medias no se debieron a su política y su estilo, sino a que “las clases medias son antiperonistas”. En virtud de ello, no quiere excitar ese sentimiento que íntimamente comprende.

Se trata, claro, de una simplificación conceptual. En cualquier caso, ella se habrá reivindicado como abogada exitosa o como arquitecta reencarnada, pero nunca como socióloga y tampoco pretende (al menos por ahora) enamorar al conjunto de las clases medias urbanas: sólo quiere desplazar hacia su costado un fragmentito bonaerense de ese sector para sumarlo al caudal electoral que le atribuyen las encuestas y ella considera incondicional. Con eso le basta, cree, para ganar esta batalla. Para evitar una derrota.

El acto de Arsenal representó un esfuerzo de diseño y contención en función de esa estrategia. Habrá que ver cuánto tiempo se sostiene ese estilo en la campaña del Frente de Unidad Ciudadana creado y orientado por la señora de Kirchner. La moderación, una astucia táctica, como en el cuento del escorpión y la rana, quizás no coincida a la larga con la naturaleza de la protagonista, no la determinada por su psicología, sino la que impulsa su programa de fondo, que implica la restauración de su régimen y, como condición para ello, la desarticulación del sistema político que empezó a conformarse a partir de la derrota del kirchnerismo.

La base de ese sistema se detecta en ese abigarrado 75 por ciento que registran las encuestas como alejado u opuesto al continuismo K, en las fuerzas políticas que coincidieron en el Congreso para sostener legislativamente la nueva etapa, en toda una red de autoridades provinciales y comunales que aspiran a fortalecer la gobernabilidad nacional y local.

Los errores oficialistas y los obstáculos y demoras al establecimiento d un programa de políticas de Estado de amplia base retienen al país en la condición de “economía de frontera”, un arrabal del que Argentina no emergerá con puras tácticas electorales, con estímulos a la polarización o aplicaciones suburbanas del lema “dividir para reinar”.

Mucho menos, evidentemente, con el fortalecimiento de una amenaza restauradora.