La caída del turismo en Salta: El accidentado camino de la sinceridad

En muchas ocasiones, la falta de sinceridad del gobierno provincial de Salta ha dado pie a críticas feroces pero bien merecidas.

Mucho se le ha reprochado al gobierno el haber tenido en sus primeros planos a una maquilladora profesional, pero lo más grave era, y sigue siendo, sin dudas, la cantidad de maquilladores de la realidad que se cuenta en sus filas. Al menos la exministra Cansino se dedicaba a maquillar a personas de carne y hueso, mientras que otros colegas suyos no ahorraban esfuerzos para disfrazar lo que de verdad estaba pasando en sus ministerios.

Quien ha dado un paso para salir de esta siniestra espiral de la mentira es el Ministro de Cultura y Turismo, señor Mariano Ovejero, que ha salido ayer a reconocer gallardamente que las cifras del turismo estival durante el pasado mes de enero en Salta no han sido buenas.

Tal vez sea un gesto insignificante o tal vez sea una admisión forzada por el abrumador peso de las cifras. Pero teniendo en cuenta todo los errores que le falta por reconocer a ese ministerio, se trata sin dudas de un paso en la dirección correcta.

La sinceridad es la antesala de la autocrítica, de modo que la admisión de los malos números del turismo de enero lleva a pensar que en algún momento el gobierno va a reconocer que algo no se ha hecho bien (hipótesis extrema) o, cuanto menos, que hace falta mejorar el trabajo para que las cifras vuelvan a ser alentadoras el año que viene (hipótesis viable).

Hay que recordar que en nueve años y pico de gobierno, Urtubey no ha podido (tal vez porque nunca se lo propuso) hacer crecer la economía de la Provincia de una forma armónica, sostenida, razonable y justa. El fracaso de la gestión económica, que es palpable en sectores de producción como la agricultura, la ganadería, la generación de energía, la industria o el comercio, solo dejaba en pie, y con ciertas reservas, al turismo.

Elevado al rango de locomotora de la economía provincial, el turismo muestra hoy señales de agotamiento, por razones que quizá exceden la buena o mala gestión del gobierno. Por eso es bueno que el ministro Ovejero haya salido a reconocer que las cifras no han cumplido con las expectativas del gobierno.

Pero falta un paso más y este consiste en elaborar una autocrítica seria, pausada y consciente. Los gobiernos no son infalibles, por mucho que los maquilladores que ejercen como ministros se empeñen en vendernos la idea del gobierno perfecto.

Lo que hace falta ahora no solo es revisar lo que pudo haberse hecho mal, sino también salir a contarlo, sin complejos ni victimismos. Para que los ciudadanos (y la oposición política) se enteren, de boca del propio gobierno, cuáles son los puntos débiles de la gestión pública y dónde deben los responsables políticos (los actuales y los futuros) mejorar su desempeño.

Esto es tan fácil como reconocer que si en nueve años Salta hubiera hecho todo bien, los salteños viviríamos hoy en un irreconocible paraíso de justicia social y eficiencia económica. Pero esto, como todo el mundo sabe, no sucede.