
No es la primera vez que el Ministerio de Cultura y Turismo del gobierno de Salta incurre en abierta profanación de cosa, persona o lugar sagrados.
Hace algunos años, el entonces ministro del área, en un claro error de su oficina de protocolo, colocó al actor que encarna a Jesucristo en las representaciones vivientes de la Pasión, junto a un cartel publicitario, mientras la mesa principal era ocupada por altos funcionarios, cómodamente arrellanados en sus asientos.
Hace unos días, los responsables gubernamentales del turismo -los actuales- han incurrido en el mismo error, pero con algunos matices distintivos.
En la presentación de la Semana Santa de Chicoana, las autoridades han tenido -al menos- el detalle de colocar a Nuestro Señor Jesucristo en la mesa principal, y de cederle el micrófono, a fin de que el Hijo de Dios dirija un mensaje de paz y esperanza a tan calificado auditorio.
Advertido el ministerio del corrosivo efecto del discurso secularizador de un sector de la sociedad salteña, identificado con posiciones de izquierda, y ante el temor de que Jesucristo pudiera ser abucheado o interrumpido durante su discurso, la organización colocó a ambos extremos del escenarios a dos fornidos centuriones romanos, armados con lanzas y acompañados por dos gauchitas y una actriz que, al parecer, según denuncia su osada vestimenta, representa en escena el atractivo personaje de Cleopatra.
Los asesores del Ministerio no han advertido a tiempo al siempre sonriente (y a pesar de los fracasos) Secretario de Estado del área que la figura de Jesucristo no es igual a la de los Reyes Magos y que no puede ser utilizada con semejante soltura en los actos públicos, sin la preceptiva venia del Arzobispo, que, por decirlo de algún modo, es el representante en nuestra Provincia de la entidad propietaria de los «derechos de imagen» del fundador de la religión católica.
Los presentes se manifestaron asombrados, no tanto por la presencia del Hijo del Hombre en el estrado, sino porque su edad superaba holgadamente los 33 terrenales años que tenía Jesucristo en el momento de su divina resurrección.
«A mí no me la cuelan», dijo enfadada una vecina. «Este Jesucristo tiene más de 45».
