
Los investigadores han presentado evidencias de que la principal causa de la recuperación ha sido el Protocolo de Montreal; es decir, la prohibición de los compuestos orgánicos clorados (clorofluorocarbonos, CFC) que se usaban en la limpieza en seco, la refrigeración y los aerosoles como desodorantes y lacas para el pelo. La sustitución de estos compuestos por otros igual de eficaz pero inocuos para la atmósfera ha resultado, por tanto, de vital importancia.
También hay fenómenos naturales que dañan la capa de ozono como la temperatura en las capas altas de la atmósfera y, sobre todo, las erupciones volcánicas. El agujero de ozono récord que se registró en octubre pasado se debió, piensan los científicos, a la erupción del volcán Calbuco en el sur de Chile. Los volcanes no emiten CFC, pero sí una gran cantidad de pequeñas partículas que ascienden a la atmósfera y favorecen las reacciones que destruyen el ozono.
Susan Solomon, geóloga del MIT (Massachusetts Institute of Technology, en Boston) que fue una pionera de la investigación sobre la destrucción del ozono hace 30 años, presenta los resultados en Science junto a colegas del Centro Nacional de Investigación Atmosférica, en Boulder, y la Universidad de Leeds, en Reino Unido. El trabajo combina observaciones por globos y satélites con avanzados modelos matemáticos.
“Ahora podemos confiar en que las cosas que hemos hecho han puesto al planeta en el camino de la curación”, dice Solomon. “Eso dice bastante de nosotros, ¿no? ¿No somos asombrosos los humanos, que creamos una situación tras la que decidimos colectivamente, como mundo, que íbamos a eliminar esas moléculas? Las eliminamos, y ahora estamos viendo que el planeta responde”.
La pérdida de ozono tiene efectos directos sobre la salud porque ese gas es, en las capas altas de la atmósfera, la protección natural más importante contra la radiación ultravioleta de la luz solar, que causa cáncer de piel, cataratas y daños en el sistema inmune. Naciones Unidas estima que el Protocolo de Montreal evitará dos millones de casos de cáncer de piel desde su entrada en vigor hasta 2030.
La pérdida de ozono afecta a todas las latitudes pero es más grave en los polos y sobre todo en la Antártida, que es donde se mide la magnitud del agujero.
El agujero de ozono fue descubierto en los años cincuenta y su gravedad se confirmó en los ochenta. Las mediciones se han tomado desde entonces en los meses de octubre, cuando la primavera austral genera las condiciones óptimas para la destrucción del ozono en las capas altas.
Solomon y sus colegas muestran ahora las ventajas de medirlo en septiembre, poco después de que la Antártida empiece a salir del oscuro invierno austral ya que la luz es necesaria para las reacciones que dañan el ozono.