Crisis del campo: Los riesgos de considerar al Gobernador como un 'gestor'

Los productores agrícolas de Salta, asfixiados por la fiscalidad federal, buscan soluciones ante la persona equivocada.

El Gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, es la persona menos indicada para propiciar una salida a esta crisis por tres motivos muy claros:

1) Carece de competencias para acordar la mayoría de las medidas que los productores pretenden;

2) No quiere enfrentarse al gobierno nacional y asumir el papel de portavoz de los intereses regionales; y

3) Carece de la habilidad política necesaria para lograr los objetivos que los productores se proponen.

El error no es del Gobernador sino de los productores, que -más allá de la legitimidad de sus exigencias- piensan que el gobierno provincial en bloque debe acompañar sus pretensiones sectoriales y que el Gobernador en persona tiene que convertirse en una suerte de portavoz de tales pretensiones.

Muchos salteños -desgraciadamente- están acostumbrados a confundir sus intereses personales o sectoriales con el interés general y piensan que el Gobernador tiene que defender sus particularidades como si en ellas se jugara el futuro de todos los salteños.

Antes de asumir semejante papel, el Gobernador tiene derecho a pensar si las exigencias de una parcialidad no fracturan la solidaridad; es decir, si su concreción no traerá más problemas que los que se busca solucionar. Al Gobernador le corresponde valorar en qué medida una excepción territorial a las normas fiscales vigentes no es injusta con otras provincias y con otros productores.

Es muy dudoso que el gobernador Urtubey quiera meterse en semejante lío. Primero, porque está pegado al gobierno nacional (para lo malo y para lo bueno); segundo, porque sus aspiraciones presidenciales se verían seriamente afectadas si se mostrara ante el gran público como un caudillo territorial y como celoso defensor de los intereses de su tierra; tercero, porque los productores agrícolas en conflicto pertenecen, en su mayoría, a la clase social mimada bajo poncho por el Gobernador.

Por estas razones y por otras que sería casi imposible resumir aquí, Urtubey se ha abierto elegantemente de piernas frente a las exigencias de los productores. Después de sancionar un inútil decreto que declara el «estado crítico» del sector, ahora promete simplemente llamar por teléfono a la secretaria del Ministro de Economía para pedirle una cita. De compromiso y de apoyo, nada de nada.

Estos son los riesgos de considerar al Gobernador como un «gestor» de intereses ajenos. Un buen día el Gobernador se cree el cuento, asume el papel y se limita a llamar por teléfono. Nadie le podrá decir después que no lo ha intentado y que ha dejado de cumplir.