Los salteños deberían impedir que Urtubey utilice a la cultura y al turismo de Salta para su campaña

  • Aunque Urtubey lo niegue, desde hace varios meses que está en campaña electoral. Las evidencias en tal sentido son tan abrumadoras, que cuando el Gobernador de Salta se niega a revelar el origen del dinero que paga su despliegue nacional, no solo está incurriendo en una imperdonable irresponsabilidad sino que parece que le está tomando el pelo a los ciudadanos.
  • Abuso de los recursos inmateriales de Salta

En tales circunstancias, aunque Urtubey diga que no tiene por qué justificar el origen del dinero que paga una campaña que no existe, solo cabe pensar que quienes están pagando sus excesos, que vulneran la normativa electoral vigente, son los salteños, pues los recursos salen de las arcas públicas.


Pero Urtubey y su esposa no solamente utilizan recursos neutrales del Estado sin control y sin rendición de cuentas (el tiempo del Gobernador, los actos públicos o los aviones oficiales). También están utilizando de forma abusiva algunos activos inmateriales, como las bellezas turísticas de Salta y su cultura.

Si Urtubey o Macedo tuvieran el sincero propósito de promocionar, por ejemplo, las «bellezas naturales» de Salta, publicarían en las redes sociales fotos de tales bellezas, pero sin ellos ocupando el primer plano de la escena. Todo el mundo sabe que el uno y la otra están embarcados en una campaña costosísima, y eso de sacarse una foto de pareja con la laguna de Brealito a una distancia focal considerable, más que exaltar la belleza de la laguna, lo que hace es promocionar a quienes están en el centro de la fotografía.

Promocionar a Salta como destino turístico no es algo que deba hacer el Gobernador en persona. Ni él ni su mujer son «atracciones turísticas» en sí mismas, aunque seguramente no faltarán personas superficiales que hagan un viaje a Salta para ver al apuesto Gobernador de la mano de su famosa esposa actriz. Pero aunque Urtubey y Macedo atrajeran viajeros a Salta, su deber es el de respetar la neutralidad de los recursos naturales y no emplearlos activamente para la promoción personal y como propaganda proselitista.

Tiene razón la comediante Mar Tarrés cuando dice que si la pareja va a mostrar a Salta, debe mostrarla con todo y sus visibles defectos. Creer que las bellezas naturales le pertenecen a la pareja gubernamental y al mismo tiempo insinuar que los descalabros sociales que se viven en el territorio (los que hacen perder votos) no son de su responsabilidad, es más que una simplificación: es cobardía.

Por esta razón es que los ciudadanos de Salta deberían exigir al Gobernador y a su esposa que dejen tranquilos al turismo y a la cultura de Salta. Recordarles que lo que es de todos no se puede utilizar en beneficio de unos pocos.

Los ciudadanos de Salta no están -como se nos quiere hacer creer- encolumnados detrás de la candidatura presidencial de Urtubey. Cientos de miles de salteños piensan que Urtubey, que fue un muy mal Gobernador, será un pésimo presidente, y a estos hay que respetarlos tanto como a quienes piensan exactamente lo contrario. La mejor manera de conciliar los intereses contrapuestos es dejar que lo que es neutral por su naturaleza (como los atractivos turísticos) se mantenga alejado de la puja electoral.

No es posible que el erario salteño pague las costosísimas vallas publicitarias en donde con la imagen de la Cuesta del Obispo de fondo se transmiten eslóganes favorables a la candidatura presidencial de Urtubey. Esto no solamente atenta contra la libre y equitativa competencia electoral, sino que es de pésimo gusto y cuesta fortunas que todos los salteños pagamos sin enterarnos.

La señora Isabel Macedo debería pensar seriamente en revisar su estrategia de comunicación en las redes sociales. Tampoco ella encarna «el espíritu de Salta», como se pretende que creamos. Su popularidad como actriz, forjada bastante lejos de Salta, no le autoriza a manipular los recursos que son de todos. Muchas personas echan en falta una actitud menos exhibicionista y superficial de la primera dama y un compromiso más intenso con las causas que provocan inquietud social. Es decir, no solo su «piedad» con las mascotas abandonadas, sino un gesto de empatía con todos aquellos seres humanos que sufren privación, desdén y olvido, dentro y fuera de Salta. Pero especialmente dentro, que es donde las políticas de su marido -las mismas que ella aplaude como un hooligan enrabietado- no han dado resultados.